Los valles pasiegos de Cantabria son muy singulares, ubicados entre los ríos Pas, Pisueña y Miera, guardan un tesoro etnográfico ya que hasta hace bien poco conservaban una forma de vivir basada en la trashumancia.

No es difícil de imaginar la dureza de la vida en estos parajes, compuestos por valles contiguos llenos de bosques y prados. La orografía del lugar supuso que permaneciesen muchos años incomunicados y aún hoy en día las carreteras para recorrer el valle del Miera se las traen…


De todos los valles pasiegos el más agreste es el valle del Miera, con fuertes desniveles, angostas gargantas y montañas de altura considerable, algunas alcanzan los 1.700 metros.

 

Nosotros para conocer el valle partimos de Torrelavega con dirección a Selaya, punto imprescindible en nuestro trayecto, ya que queríamos comprar sobaos y quesadas en Casa Macho.

¡Una vez que contábamos con provisiones nos adentramos en el valle de Miera!

 

¡Prepárate! El paisaje -de origen kárstico y glaciar- es de una belleza que impresiona, adentrándote en el valle te vas a encontrar con fuertes desniveles y abruptas formaciones rocosas.

Cuando llegas a la parte alta del valle puedes observar sin dificultad el origen glaciar del valle. Al bajar del coche, en las escasas zonas en que puedes orillarlo, aparece ante ti un valle glaciar de grandes dimensiones que hoy se muestra desnudo, sin las grandes zonas arboladas y boscosas que antes lo adornaban. Aquella frondosidad de otros tiempos desapareció debido al ansia industrial de Cantabria, cuando -allá por el S. XVII- por necesidad de la fábrica de cañones de La Cavada se talaron los bosques para hacer la leña precisa.

 

 

Hoy las montañas se nos muestran con un manto de hierba, que nos va enamorando a medida que recorremos este valle de grandes dimensiones, en el que apenas hay poblaciones. Tras ascender casi 40 kilómetros a través de una carretera serpenteante llegamos al portillo de Lunada, donde se encuentra ubicada una pequeña estación de esquí. Lunada comunica la montaña pasiega con las Merindades burgalesas. Las dos vertientes del puerto se ubican en el territorio de La Pasieguería, que ha sido habitado durante siglos por los pastores pasiegos.

 

La economía de estos valles se basa en la ganadería desde la Edad Media, fecha en la cual los pastores se asientan en los valles pasiegos. Su adaptación al medio natural acaba creando un ecosistema muy particular, la trashumancia pasiega.

En la forma de vida tradicional, los pastores pasiegos poseían varias cabañas, las necesitaban para realizar la muda. Vivían en una cabaña pero cuando el ganado necesitaba nuevos pastos, el pastor pasiego en compañía de su mujer y sus hijos recogían todos los enseres domésticos y los aperos de trabajo y se trasladaban a una nueva cabaña próxima a los pastos necesarios.

 

Los cabañas pasiegas tienen una planta baja destinada al ganado y una planta superior destinada al hogar. La comunicación entre ambas plantas se hace a través de una escalera exterior, llamada patín.
Hoy por hoy apenas quedan pastores trashumantes, pero hasta hace bien poco los pasiegos habitaban las zonas más altas de las montañas en primavera y verano. En la época invernal, cuando el clima se torna desapacible retornaban a las cabañas del valle, “las vivideras” ya que tenían alguna comodidad más.

De aquella forma de vivir quedan las cabañas pasiegas repartidas a lo largo de todos los valles pasiegos, con sus características paredes de piedra y techos de pizarra, que evocan la dureza de la vida de unos hombres que cambiaban de hogar en función de las necesidades del ganado.

¡La Pasieguería, comarca ubicada al sur de Cantabria, mucho por descubrir!

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

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