La primera vez que oí hablar de Las Merindades fue en Medina de Pomar, donde estaba visitando a una gran amiga que vive allí. Yo desconocía que esta comarca, ubicada en la parte norte de la provincia de Burgos fuese tan diferente al paisaje árido que se contempla desde el tren. Cuando me bajé del vagón en Miranda de Ebro, pensé que mi amiga acababa de irse a vivir a un sitio un tanto inhóspito, no sabía que iba a visitar un lugar de una gran riqueza cromática, pronto descubriría que el río Ebro y la Cordillera Cantábrica han ido generando un escenario natural de contrastes.

El paisaje de Las Merindades es variopinto, verdes bosques, montañas que esconden monasterios en sus entrañas, desfiladeros, saltos de agua y también desolados páramos. El nexo de unión de todo esto es la pertenencia a La Merindad, es decir, a un territorio gobernado por un representante del reino, que llamaban “Merino”. En la Edad Media la comarca jugó un papel muy importante en la organización político-administrativa, en esta zona se origina la comarca de Castilla.

Vamos a ubicar geográficamente a esta comarca, está próxima a Cantabria, a Vizcaya y a la meseta castellana. Desde los años 60/70 la comarca de las Merindades y Bilbao están muy vinculados, mucha gente bajó a trabajar a la capital vizcaína y a su vez muchos bilbaínos veranean en la comarca de la que hablamos. Existe también una honda conexión entre Merindades y el valle del Pas, esa comarca cántabra, en la que hasta hace pocos años los pasiegos practicaban la trashumancia, con el hogar, el ganado y la familia mudando de cabaña en cabaña en la búsqueda de pastos verdes.

El cruce de caminos se nota en su gastronomía, nos vamos a encontrar pinchos y zuritos -medida de cerveza algo más pequeña que un corto- como en el país Vasco, sobaos como en Cantabria, morcillas y chorizos como en el resto de Burgos, sin olvidarnos del queso, las setas perrochicos, las ensaladas con lechuga de Medina de Pomar (que tiene incluso denominación de origen), la elaboración del chacolí -como sus vecinos cántabros y vascos-, los dulces contundentes, etc.

La pertenencia a una comarca que desde tiempos inmemoriales ha visto gente de paso, gente que comercia y que transporta mercancías, se aprecia en conversaciones cotidianas y tertulias de café. Recuerdo en una ocasión que una lugareña me explicó que tenían la suerte de vivir en un lugar que “está cerca de todo”, con alegría afirmó que su villa está pegada a Bilbao -apenas una hora-, también a Laredo para ir a la playa, enseguida se llega a Burgos y si te apetece ir a Madrid son menos de 4 horas. A mí, que pertenezco a un sitio donde la tierra termina para dar paso al mar, me resultó curioso de oír, pero ciertamente muchas calzadas han pasado por Las Merindades impregnando el espíritu de sus gentes.

¿Cómo es posible que Las Merindades apenas se conozcan fuera de su entorno inmediato?. Esta comarca está llena de pueblos singulares, como Frías, Oña, Puentedey, Villarcayo, Espinosa… entre otros muchos pueblos preciosos, y también de entornos naturales singulares como las cuevas de Ojo Guareña, su impresionante Ermita de San Bernabé, el cañón de Ebro…

Visitando pueblos

Desde mi primera visita disfruté de Las Merindades y a lo largo de los años mi amiga me fue enseñando rincones maravillosos, al día siguiente de mi llegada fuimos a conocer Villarcayo, unas amigas nos esperaban para cenar. Villarcayo es la capital de Las Merindades, se trata de una localidad de construcciones recientes pero callejeando se encuentran rincones con encanto.

Conduciendo apenas ochos kilómetros desde Villarcayo nos encontramos con Medina de Pomar, la localidad con mayor población de la zona, que ha crecido mucho en los últimos años pero ha sabido conservar su casco histórico, en él destaca el castillo conocido como “Las Torres”. El nombre es muy acertado porque está compuesto de dos torres cuadrangulares unidas por un cuerpo central. Esta fortaleza, que también fue palacio, la mandó construir un Velasco, acordaros de este apellido, porque dos familias marcan la historia de las merindades, los Velasco y los Salazar, con estos dos nombres podemos ubicar muchas construcciones que veremos.

Paseando por las estrechas calles del casco histórico descubriremos el Ayuntamiento, la iglesia de Santa Cruz, el monasterio de Santa Clara y numerosas casas con elementos nobles.

En verano la población de Medina se duplica, las terrazas y restaurantes de la plaza se llenan de bullicio y animadas charlas. Resulta muy agradable tomar algo en la plaza mayor o si tenéis suerte de ser invitados a un txoco cenar allí. El txoco es tradicional de la cultura vasca, es un lugar de reunión gastronómica entre los de la cuadrilla. En Medina muchos vascos se han hecho casa con su txoco.

En varias ocasiones visité Espinosa de los Monteros, que después de Burgos, es la población que cuenta con más monumentos catalogados, de hecho en base a estos edificios nobiliarios  se ha diseñado una ruta heráldica a seguir. Esta localidad cuenta con unas pastelerías en las que venden galletas de “mantequilla de verdad”, cocadas, sobaos… Vamos, es el pueblo adecuado para hacer régimen.

El centro del pueblo es la plaza de Sancho García, donde está el ayuntamiento, la iglesia de Santa Cecilia -construida en el siglo XIII- y sus principales monumentos. Espinosa cuenta con el apellido “de los Montero” porque allí se formó este cuerpo de guardias reales, que eran los encargados de guardar la alcoba de los reyes castellanos, por si acaso alguien tenía tentaciones de cambiar la historia aprovechando que dormían.

De todas las localidades que he tenido la suerte de conocer tengo que confesar que mi debilidad es Frías. Este pueblecito medieval está construido sobre un cerro en el bonito valle de Tobalina. Solo el entorno natural donde está enclavado merece una visita.

Al entrar en el pueblo nos encontramos las casas adosadas unas a otras, de tal manera que van dando forma a sus calles empinadas, que suben hasta la cima donde se encuentra el castillo de los Velasco y la iglesia de San Vicente.

El castillo es sencillamente espectacular. Se trata de un castillo rocoso, es decir, que está enclavado en una roca. Su torre del homenaje te hace preguntarte como la construyeron. El castillo se puede visitar, con su plaza de armas y su muralla defensiva bien conservada.

El pueblo es turístico pero tranquilo, puedes pasear por él y disfrutar de su gastronomía. Fijáos que a un lado del pueblo nos encontraremos con las casas colgadas, todo un espectáculo digno de ver, colgadas sobre el acantilado. Cada vez que voy me concedo un tiempo para contemplar la vista del valle de Tobalina desde lo alto del pueblo.

Muy próximo se conserva un puente medieval, de origen románico muy bien conservado y dónde se pagaba el pontazgo.

En las Merindades sobran espacios naturales que visitar, iglesias románicas singulares que admirar, desfiladeros y profundas hoces -excavadas por distintos ríos que van al Ebro- que recorrer.

La comarca es un lugar propio para hacer numerosas rutas de senderismo y excursiones a lugar singulares.

En una ocasión vino a buscarnos la veterinaria para hacer una excursión a Ojo Guareña. A una media hora de Medina de Pomar, donde estábamos, se puede visitar el complejo kárstico de Ojo Guareña.

Cuando vi por primera vez la Ermita de San Bernabé en Ojo Guareña, no entendí y digo sin entenderlo como no es más conocida por el gran público. Me pareció estar contemplando algo muy singular. La ermita aparece incrustada en la pared rocosa y vertical de la montaña, para la construcción de la ermita no ha sido necesario excavar y horadar la pared de piedra, ya está situada en una de las entradas a las cuevas de Ojo Guareña, un complejo kárstico de enorme extensión, el segundo por extensión de la península ibérica, enclavado en las montañas de Burgos, el valle de Sotoscueva, los ríos Truena y Nela.

Para llegar a la ermita hay que caminar, el coche queda arriba en lo alto de la montaña. Cuando se aparca la ermita no se ve, por lo que descubrirla es toda una sorpresa.

Ojo Guajeña es una enorme red de cuevas formada por 6 niveles en altura, en ella destaca la cueva de Palomeras, que es visitable. Puedes optar por realizar la visita larga o la corta de unas dos horas, es toda una experiencia, entre otras cosas vas a poder ver unas pinturas rupestres, que fueron realizadas hace unos 11.000 años.

Recorriendo la zona un año y otro no os vais a aburrir, os recomiendo que os acerquéis a Puentedey, donde el río Nela ha horadado un puente natural, erosionando la roca caliza y logrando un hueco de más de 15 metros de altura. Subid al pueblo, sobre el peñasco, en el cual el río trabajó tan tenazmente, están las casas.

Hace un par de años, volví a ir a Las Merindades, está vez acompañada de una amiga que me había oído hablar de ellas. Antes de llegar a Medina de Pomar comimos en Oña y quedó impresionada por los edificios con los que cuenta.

Oña fue toda una capital en la edad media, una localidad sin la cual no se entiende la formación de Castilla. En los tiempos de los reyes cristianos y de los califas omeyas, el primer conde independiente de Castilla otorga a esta villa de Oña privilegios. Fácil es imaginar que le caen entonces a la villa méritos y castillos, posteriormente se funda el monasterio, todo ello explica la prosperidad que hoy vemos en sus calles.

Si hay algo que tiene las Merindades es naturaleza singular, por eso no te sorprende que te digan si conoces una ermita ubicada en lo alto de una colina con forma de proa de barco. Se trata de la ermita de San Pantaleón de Losa, una ermita románica, ubicada en la población de la que recibe el nombre. La iglesia es preciosa pero es más impresionante el lugar donde está.

 

Una de las excursiones que más me gustó realizar con mi amiga Sara y su hermana Inma fue ir al cañón del Ebro y en particular a la localidad de Orbaneja del Castillo, donde podemos contemplar formaciones rocosas muy singulares, como la que se muestra en la foto “dos camellos besándose”. Como veis Las Merindades merecen una visita.

Yo he tenido la suerte de tener amistades que cocinan genial, por lo que ha sido habitual comer y cenar entre amigos, pero también salimos a degustar delicias locales en mesones o restaurantes de las merindades. Ahí va una guía breve para utilizar en algunos días libres de los que dispongamos. Si estamos en Medina de Pomar podemos acercarnos a “El Martínez”, al “San Francisco” o al asador “la Cabaña”; para cenar o picotear: la Tienda Colmado (buenos vinos, el sumillier ha obtenido el premio Nariz de Oro en 2014), Taberna Ontañon o la hamburguesería El Puente. En Villarcayo el mesón El Cid presenta una comida más elaborada. Una opción muy interesante en Espinosa de los Monteros es el restaurante Torre Berrueza, se come muy bien y además ofrece alojamiento, el sitio es muy acogedor. En general es una zona donde se come muy bien.

Quiero agradecerle a Sara Martínez y a Inma Martínez que me hayan facilitado algunas de las fotos de este artículo.

No lo dudéis, Las Merindades, estudiada hace años dentro de Castilla la Vieja, perteneciente a la autonomía Castilla-León, es una gran desconocida que os está esperando.

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Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo. No tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

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