Fecha última actualización 11/10/2025 por El Viajero Accidental
En Xove, en la Mariña Lucense, podemos disfrutar de unos acantilados de gran belleza. Son los acantilados del Cabo de Morás popularmente conocidos como los Acantilados de Papel.
Muchos son los acantilados gallegos que sorprenden por su belleza. Es el caso de los Acantilados de Herbeira que están considerados como los de mayor altura de la Europa continental o los Acantilados de Loiba donde está colocado el barco más bonito del mundo, pero los Acantilados de Papel os van a sorprender.
Estas formaciones graníticas que conforman los Acantilados de Papel o Cantís de Morás están situadas en las inmediaciones de Punta Morás, en el ayuntamiento de Xove.
Lo primero que te sorprende cuando te acercas a la ruta es la presencia de enormes bloques de hormigón que quedaron allí depositados. Esos bloques, llamados dolos, son como los que se utilizaron para la construcción del puerto de San Cibrao pero por diversas razones, como por ejemplo tener algún defecto, no fueron usados. Ahora contribuyen a generar un paisaje único, bello y diferente al estar al lado de las formaciones graníticas. El entorno es espectacular.
Tuvimos la suerte de adentrarnos en estas formaciones graníticas de la mano del geólogo y guía Fran Canosa. Fue él quien nos explicó que la redondez de las rocas no se debe a la erosión del viento sino a la génesis de estas rocas en el interior de la tierra al chocar dos placas tectónicas hace millones de años.
Las rocas al llegar a su posición actual es cuando sí son erosionadas por el viento ayudado por el mar, concretamente por la sal del mar. La erosión con el paso del tiempo va realizando formas curiosas y bellísimas. Podemos observar agujeros en su superficie, las llamadas pías o cacholas en gallego que se llenan de agua, o formas curiosas que sirven para evocar distintas fantasías en nuestra imaginación.
El nombre de estos acantilados, los Acantilados de Papel, se debe a la apariencia caprichosa de las rocas en algunos lugares. El granito parece plegarse y doblarse como las hojas de papel.
Pero si hay algo que te deja sin palabras es subir hasta lograr ver el mar. Estar en la cumbre de estos acantilados es una experiencia maravillosa. Y eso que yo para llegar quedé encajada entre dos rocas por mi falta de pericia en estos menesteres.
¡Menos mal que mis compañeros de viaje y nuestro guía me salvaron de esa situación en la que quedé «al espeto»! De esa manera la experiencia además de ser una maravilla resultó muy divertida.
Desde lo alto contemplamos los islotes al atardecer, todo un placer para los sentidos. Este bonito lugar cuenta además con el incentivo de poder observar los islotes Os Farallóns.
El sendero peatonal y las vistas del puerto de San Cibrao no dejan indiferente a nadie. Eso sí, determinados tramos no recomendamos realizarlos con niños.
Esta costa rocosa está protegida como Zona de Especial Conservación ¡Merecido lo tiene!
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