Desconocía yo que Curaçao, en el Caribe, pertenecía a Holanda hasta que una compañera de trabajo nos dijo “apenada” que acompañaba a su marido en el viaje, ya que su empresa lo enviaba una semana a Curaçao. Lo primero que pensé es que era una colonia portuguesa o una isla de Brasil, después me fui enterando de que estaba frente a la costa de Venezuela, pero al regresar de su viaje mi compañera comentó que tenía que mejorar su inglés, ya que  todo el día sin hablar era superior a ella…

¿Inglés? ¿Pero no estaba enfrente de Venezuela? Al final me enteré de que la isla caribeña, que perteneció a España unos ciento cincuenta años, pasó a ser una colonia holandesa desde el siglo XVII hasta hace nada, ya que en el año 2010 se convirtió en  un territorio autónomo de los Países Bajos. Tiene su propio parlamento y su primer ministro pero el soberano es Guillermo Alejandro, de Holanda.

El nombre de esta isla parece deberse a la palabra portuguesa curación, en referencia a las frutas que allí se encontraban, necesarias para curar el escorbuto a los navegantes.

Curaçao forma parte de lo que se ha dado en llamar Las Antillas, es decir, de las islas del Caribe. Las Antillas no son un territorio pequeño sino al contrario las islas de América Central son un grupo numeroso de archipiélagos. Algunas de estas islas dependen de una larga lista de países: EEUU, Francia, Reino Unido, Países Bajos, Venezuela… Otras ya han realizado el proceso de descolonización y son países independientes: Cuba, Haití, Jamaica…

En Curaçao, allá por el siglo XVII, la Compañía  Neerlandesa de las Indias Occidentales fundó un asentamiento en un puerto natural situado en la bahía de Santa Ana, lo  llamo Willemstad. Entre el mar Caribe y la bahía nos vamos a encontrar con un estrecho de agua, el canal Sint Annabaai, lo que hace que la bahía sea un sitio muy resguardado para comerciar y vivir.

Eso favoreció que el puerto se convirtiese en próspero enclave para el comercio. Las  mercancías  -azúcar, cacao…-  dieron paso al comercio de esclavos africanos, que en algunas ocasiones era vendidos en la propia isla para trabajar en las “landhuis” y en otras continuaban hacia sus destinos definitivos. Los  colonos holandeses adinerados se asentaron en las “landhuis”, casas de campo, que gestionaban como plantaciones; algunas se encuentran en buen estado de conservación siendo dignas de visitar.

Hoy la isla vive de la refinería, que exporta los derivados fundamentalmente a EEUU, y del turismo, que acude a conocer la isla o a embarcar para realizar un recorrido por el Caribe, ya que desde Curaçao parten muchos cruceros porque es puerto base para los cruceros ABC. Supongo que os preguntáis ¿qué es eso?.
La mayoría de nosotros no estamos acostumbrados a esa denominación pero en las agencias de viajes especializadas en el Caribe lo utilizan mucho, los cruceros ABC visitan las antiguas Antillas Holandesas: Aruba, Bonaire, Curaçao.

La población es variopinta, proviene de descendientes de europeos -mayoritariamente de españoles y holandeses-, de africanos, de caribeños, de colonos judíos sefardíes que se refugian en Portugal y posteriormente en Brasil… El resultado es un idioma –el papiamento- y la convivencia de distintos cultos religiosos. El papiamento, que hasta hace poco no tenía ortografía se desarrolló a raíz de convivir distintos idiomas, parece que está basado en un criollo africano-portugués junto con el español, integró el portugués de los judíos provenientes de Brasil  y también inglés. Al poseer léxico español nos resulta posible entenderlo, sobre todo si lo vemos escrito en frases simples, pero como la gramática es totalmente diferente al español si lo hablan rápido no te enteras. Cuando llegues te vas a encontrar con la coexistencia de tres idiomas: el papiamento, el inglés y el holandés.

Bon bini a Kursou . Bienvenidos a Curazao

En la isla convive una pluralidad de religiones: católicos, judíos, musulmanes, adventistas, metodistas, santeros, diversas religiones de origen africano… sorprende saber que allí está la sinagoga más antigua de América.

Mi compañera vino encantada del viaje. Yo la animé a que nos contase su experiencia y accedió.

Os presento a Jaqui Fernández, una  viajera de vocación, que enseguida se dispuso a hacer las maletas y a disfrutar de una de esas Antillas que pocos europeos conocen.

¡Hola viajeros! Llegué a Curaçao con la esperanza de que su clima tropical me permitiese disfrutar de sus playas y pasear. Días antes estuve pendiente de las predicciones meteorológicas y un poco preocupada por las borrascas, pero mi marido me tranquilizó diciendo “es el Caribe, deja de ver el tiempo”.

El trayecto en avión se hace largo. Primero cogimos un avión a Madrid (1 hora), una vez allí volamos a Ámsterdam (2 horas y media) y desde allí embarcamos hacia Curaçao (unas 10 horas de vuelo). La compañía KLM Royal Dutch Airlines tiene desde Ámsterdam vuelos directos todos los días del año, otras compañías aéreas hacen una o varias escalas.

Me resultó sorprendente el precio de los alojamientos en la isla, la oferta hotelera resulta cara sobre todo si la comparamos con los precios europeos. La mayoría de los hoteles están ubicados en el litoral y disponen de su propia playa, eso sí no de grandes dimensiones.

El mayor atractivo de la isla es la ciudad de Willemstad que  es una preciosidad. Los distintos barrios de la ciudad son una lección de historia. El barrio más antiguo es Punda, pero al construirse el puente de la reina Emma la ciudad creció hacia el otro lado del estrecho, dando lugar a Otrabanda. En estos dos barrios principales de Willemstad apreciamos diferencias arquitectónicas, mientras que Punda destila estilo arquitectónico neederlanses, en Otrobanda sus casas ya incorporan galerías, al estilo de las plantaciones caribeñas. La forma de las casas nos traslada a Holanda pero con vivos colores en sus fachadas que provienen de una curiosa historia. Las casas curaçoleñas están pintadas de vivos colores, a raíz de una ley de 1817 promulgada por el entonces gobernador de la isla, Albert Kikkert, quien aconsejado por un médico determinó que las casas blancas causaban problemas visuales. Hoy la ley está derogada pero la costumbre ya está asentada, en sus casas predominan los colores ocres, el azul, el  rojo y el verde más o menos claro.

Willemstad es patrimonio de la humanidad de la UNESCO y esconde callejones divertidos, llenos de comercios, decorados con simpatía.

Una de las curiosidades de la capital de Curaçao es el puente de la reina Emma (Koningin Enmabrug) construido en el siglo XIX sobre la preciosa bahía de Santa Ana. Para entrar en la bahía por mar debemos hacerlo por un canal estrecho, pero de gran calado, que termina en una gran ensenada.

Para pasar de un lado a otro del canal los holandeses han construido dos puentes. El primero de ellos es una joya del S. XIX, se trata del Koningin Enmaburg que está construido sobre 16 barcas. Son estas embarcaciones las que lo mantienen a flote y se abre gracias a dos poderosos motores de barco que lo van desplazando hacia una de las riberas, como cuando abrimos una puerta. Cuando se va a abrir suena una campana para avisar la maniobra, entonces la gente se queda tan tranquila encima de la plataforma móvil esperando que maniobren.

El segundo puente, “Reina Juliana” dispone de cuatro carriles y forma parte de la red de carreteras que circunvala Willemstad.

Otra curiosidad es el llamado mercado flotante, donde puedes comprar frutas, verduras y legumbres provenientes de agricultores venezolanos, que acuden en sus embarcaciones con sus productos para venderlos en la isla, la venta se realiza en puestos colocados en el paseo marítimo. En la isla, por el clima de pocas lluvias incluso en la temporada húmeda, es necesario importar muchos de los productos agrícolas.

Algo a considerar en el viaje que realicemos a Curaçao es tener claro que en cuanto a vegetación es diferente a otras islas caribeñas pero en bichos no. El clima tropical  unido a la belleza de sus playas, hizo que me dispusiese a disfrutar del baño. No tardé en darme cuenta de que si te vas a bañar no debes dejar nada de nada de comida en la toalla o tumbona. Un carozo de una manzana que me comí motivó  visitas, al volver de mi baño me encontré con una cuadrilla de pájaros multicolores picoteando el carozo todos contentos. También estando en la playa me di cuenta que una iguana era tan rutinaria en su paseo por la playa que casi podía ser un reloj, su primer paseo lo realizaba sobre las 10:00 y el segundo alrededor de las 13:00 horas, desconozco si por la tarde también pasea o tiene otras cosas que hacer, como me pasaba a mí.

¡Llega la hora de comer! La inmensa mayoría de las veces nos encontraremos los pescados o las carnes preparados en la parrilla. Los pescados más habituales son el pargo y la barracuda, con acompañamiento de arroz y frijoles. Si os gustan las ensaladas os aconsejo la de tomates locales y palmitos, que es muy sabrosa, para el aliño suelen traer a la mesa muchas salsas, pero si sois de los que no os gustan las salsas podéis pedir aceite de oliva como hizo mi marido. Los plátanos fritos los preparan en láminas muy finitas y son exquisitos, lo que en Venezuela se conoce como tostones. Y ya puestos no podemos estar en la isla y no probar el guiso curaçoleño, carni stobá.

Una especialidad de la isla es el keshiyená, que literalmente significa queso relleno, parece que se originó en las mesas de los esclavos que rellenaban las mondas del queso con lo que podían. Es un plato con numerosos ingredientes (verduras, encurtidos, pollo y huevos), goza de mucha fama pero a nosotros nos pareció una bomba energética y no lo probamos; como tampoco nos atrevimos con una de las especialidades curaçoleñas, la sopa de iguana, que es muy común en los menús de los restaurantes.

Para terminar una buena comida, y si queremos morir en el intento, basta con que rematemos tomando un licor Curaçao Blue, alcohol destilado a partir de la corteza del naranjo local, una variedad amarga, cuya graduación varía entre 15 y 40 grados. Es muy famoso este licor pero yo… lo pensaría.

La isla es bonita y agradable para pasear, bañarse, desconectar… eso sí, tiene un elevado nivel de vida. En los últimos años, muchos jubilados holandeses pasan grandes temporadas allí o incluso trasladan su residencia, en la isla los llaman los “pensionados”.

Paseando por la isla te das cuenta de que la población local es muy amable, acogedora y hospitalaria.

Si vuestro tiempo de  estancia en la isla os lo permite acercaos a conocer  un pequeño islote llamado Klein Curaçao, que pertenece al territorio de Curaçao. No tiene población permanente, en él hay un viejo faro y unas casas de playa. A los curaçoleños les gusta hacer excursiones y pasar el día allí, por lo que si lo visitáis compartiréis días con los isleños.

Uno de los grandes atractivos de la isla son las playas de la costa suroeste. Ahora bien, tened en cuenta que para entrar en algunas playas hay que pagar, en otras depende de la zona que desees visitar y otras son públicas. El topless no está permitido aunque en ocasiones hacen la vista gorda. Si eres amante del buceo o del snorkel has escogido el sitio ideal, además tienes muchos operadores que ofrecen viajes a los arrecifes o al bosque de hongos, que es una zona submarina con corales en forma de champiñones.

Si la actividad subacuática te asusta un poco puedes visitar el Dolphin Academy Curaçao. La entrada es algo cara pero merece la pena el espectáculo de delfines, estar en el agua y ver venir varios defines hacia ti es una experiencia increíble. Aunque  en un primer momento te entran ganas de nadar en dirección contraria, una vez adaptada bailé con ellos e incluso esquié por la zona de la bahía. Tanto mi marido como yo lo pasamos genial.

Este viaje resultó muy divertido. Curaçao me compensó el largo viaje en avión, incluso a pesar de que en mi reincorporación al trabajo tuve que soportar las burlas de mis compañeras, que me preguntaban si continuaba “apenada” con el viaje…

 

Nota de las autoras: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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