Fecha última actualización 12/06/2020 por El Viajero Accidental

Al principio del confinamiento me conformé ante la situación de no poder salir de casa salvo para comprar comida y productos esenciales, pero transcurridas varias semanas comencé a vislumbrar un muro alrededor de nuestras viviendas y eso me aplastó el animo.

Nunca pensé en vivir la experiencia que tuvieron que soportar los berlineses durante la guerra fría, esas pobres gentes se despertaron un buen día con un muro que los separó de sus familiares, de amigos, de costumbres socioculturales, de su barrio de residencia e incluso de su país, porque los dirigentes decidieron crear dos Alemanias.

De la noche a la mañana, se levantó un muro que seguía una línea imaginaria trazada en algún importante despacho que dividió casas a la mitad, calles a la mitad, parques a la mitad, familias a la mitad.. y lo que es peor la población no lo vio venir. Así de la noche a la mañana del mes de agosto de 1961, los berlineses en el desayuno descubrieron un muro que les iba a acompañar durante casi treinta años. Y no lo vieron venir en toda su crudeza.

 

Yo estaba más o menos preparada para el confinamiento pero ni por la cabeza se me pasó que el coronavirus crease entre nosotros muros de Berlín que nos impiden acercanos a nuestros padres, a nuestros hijos, o incluso a nuestra pareja, si residen en otra provincia. Nos hemos dado de bruces con el muro al igual que los berlineses y como ellos no lo vimos venir.

Este año que se prometía tan feliz con su repetición de cifras, este 2020, se ha llenado de muros que rodean las cincuenta provincias creando una cerca de dimensiones épicas. Para quien vive cerca de los suyos esta descripción le parecerá exagerada, pero para aquellos a quienes la línea de demarcación, trazada a principios del siglo XIX, le impide estar con los suyos el muro es real.

Poco importan entonces los paseos por franjas horarias, el poder pedir comida a un restaurante o incluso la primera caña en la terraza de un bar tras el confinamiento.

Uno sale de casa para compartir y estar con los suyos pero si el muro está ahí, no importa que tenga un bar al lado.

 

Esperando que las provincias dejen de ser cubículos incomunicados llega el verano, esa estación llena de expectativas no solo de mar y montaña, que también, sino de estar en compañía de los nuestros.

 

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