Fecha última actualización 03/09/2023 por El Viajero Accidental
Las ganas de conocer San Sebastián fueron una ilusión que se gestó en mi infancia, al calor de los recuerdos que me contaba mi madre que creció en esa ciudad. Mis abuelos, gallegos de origen y sentimiento, tenían la sede principal de su negocio allí. Por este motivo mi madre y sus tres hermanas crecieron en la capital guipuzcoana. Vivían en la calle 31 de Agosto y sus vivencias quedaron en su corazón para siempre.
La calle 31 de Agosto de San Sebastián no es una calle más de Donosti. Es la única calle que sobrevivió a la destrucción de la ciudad hace unos doscientos años. Poca gente sabe que esta hermosa villa, tal y como hoy podemos contemplarla, tiene tan solo doscientos años.
Para conocer muchas otras ciudades de la península recorreremos sus calles buscando posibles vestigios medievales, la presencia de un barrio judío o de algún elemento de arquitectura islámica pero esa realidad no es posible en San Sebastián. En la Guerra de la Independencia la ciudad fue ocupada durante cinco años por tropas napoleónicas hasta que los aliados, o lo que es lo mismo las tropas anglo-portuguesas, con objeto de expulsar a los franceses asaltaron, saquearon e incendiaron la ciudad el 31 de agosto de 1813. Tras esa destrucción solo quedaron en pie algunas edificaciones, todas ellas situadas en una calle entonces llamada de La Trinidad, hoy la emblemática calle 31 de Agosto de San Sebastián.
De los pocos edificios que se salvaron cabe destacar la Iglesia de Santa María del Coro, que fue fundada en el S. XI pero se reconstruyó totalmente en el S. XVIII. El templo es de estilo barroco con elementos góticos, churriguerescos y neoclásicos, con un precioso pórtico de estilo plateresco.
En su fachada podemos contemplar al santo Sebastián asaeteado. Y vemos también el bergantín que aparece en el escudo de la ciudad, un navío de casco y mástiles de color amarillo sobre un mar de ondas azules y blancas.
Como curiosidades de este templo podemos destacar tres datos. El primero es que dista exactamente 1 kilómetro de la Catedral, estando además ambos templos alineados por lo que desde la fachada de Santa María puedes ver la Catedral. La segunda curiosidad es que posee una cruz del escultor vasco Eduardo Chillida, quien también talló en piedra otra cruz para la Catedral del Buen Pastor. Una de las cruces está realizada en relieve y la otra horadada en el granito por lo que hay quien dice que podrían encajar perfectamente. La tercera curiosidad es la escultura denominada “La armonía del silencio” que se instaló, hace menos de diez años, en el lateral derecho de esta iglesia. Su estilo vanguardista contrasta con la fachada barroca, generando todo tipo de opiniones y comentarios.
El otro templo que se salvó del incendio es la Iglesia de San Vicente. Este templo dependió durante mucho tiempo de la Iglesia de Santa María del Coro. La iglesia se realizó en el S.XVI, si bien posteriormente se fueron construyendo diversos elementos arquitectónicos como el pórtico barroco, la portalada, las torres, un baptisterio de forma semioctogonal e incluso en el siglo pasado se picaron los muros y se abrieron 4 rosetones.
El aspecto exterior de esta iglesia es algo tosco, con gruesos muros y contrafuertes que le imprimen el carácter defensivo que ostentaban los templos en aquel entonces.
Hay quienes lo señalan como el edificio más antiguo de la ciudad por datar de 1507. Otros afirman que Santa María del Coro es la iglesia primigenia ya que se edificó en el S. XI. Actualmente queda poco de esta última construcción ya que fue totalmente reconstruida siglos más tarde. La diferencia de opiniones está servida.
En San Vicente durante el asalto a la ciudad se atendió a los heridos. En sus paredes exteriores aún hoy se aprecian claramente los agujeros provocados por los rifles de las tropas de asalto. Fijaos en la foto.
También resistió el asalto de la ciudad el convento de San Telmo, hoy convertido en museo. El edificio tras la desamortización fue cuartel de artillería hasta que a principios del siglo pasado lo compró el ayuntamiento. En uno de sus laterales conecta con la calle 31 de agosto a través de la plaza de Kañoyetan. Allí se encuentra una de las fuentes más antiguas de la ciudad, ya existía en los tiempos de la San Sebastián amurallada.
En el año 2013, bicentenario de la reconstrucción, se instaló en esta plaza de Kañoyetan una escultura de una mujer acarreando ladrillos. Es el símbolo del esfuerzo realizado para la reconstrucción de la ciudad tras el incendio de 1813.
Hoy en esta zona histórica de San Sebastián están ubicados pequeños negocios y numerosos establecimientos de hostelería. En ellos podemos degustar sus famosos y riquísimos pinchos, al mismo tiempo que nos empapamos de la historia donostiarra.
Si tenéis la fortuna de que vuestro viaje se lleve a cabo en el mes de enero, concretamente el día 20, disfrutaréis de la tamborrada con la que la ciudad celebra el día de su patrón. También cada 31 de agosto la ciudad sale de tamborrada para conmemorar el incendio de la ciudad en 1813.En las tamborradas veremos numerosas compañías vestidas con trajes de las guerras napoleónicas. Las acompañan numerosas personas ataviadas con el atuendo propio de un cocinero representando a las sociedades gastronómicas de la ciudad y también veremos a las aguadoras. Todos –militares, cocineros y aguadoras- van provistos de tambores o barriles que recuerdan que, mientras la ciudad estuvo sitiada, las mujeres esperando su turno en las fuentes públicas imitaban con sus cubos el sonido del cambio de guardia de los franceses. Ese es el origen de las tamborradas o eso se cree.
Foto de la galería de danborrada.donostiakultura.eus
Como no podía ser de otra manera, la sociedad gastronómica Kañoyetan de la calle 31 de Agosto es muy activa en las tamborradas.
¡Ya veis que la calle 31 de Agosto de San Sebastián es imprescindible en una visita a la ciudad!
Por cierto, en nuestra estancia en San Sebastián decidimos alojarnos en el hotel Zenith San Sebastian. Es un hotel moderno y cómodo, bien situado y con buena relación calidad/precio. Sin duda cuando volvamos a Donosti repetiremos en este alojamiento.
¡Hasta pronto!
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