Fecha última actualización 17/05/2021 por El Viajero Accidental

Las aceitunas negras de Kalamata o “Kalamata olives”.

Nueva etapa de Marta y su familia por Grecia.

 

Las aceitunas negras de Kalamata

 

Kalamata olives: Unas aceitunas negras, grandes y deliciosas, que son una de las tarjetas de presentación de este lugar. “¡Qué gracia, Kalamata es un sitio!”, nos dijo nuestra amiga Yolanda cuando hablamos de finalizar nuestro periplo con ella allí. “Yo que compraba ‘aceitunas Kalamata’ en Rumanía pensando que era un tipo de olivas sin más.”..

Nosotros, por nuestra parte, antes de venir a Grecia no conocíamos las aceitunas negras de Kalamata, que se ve que se exportan a lugares bien diversos.

Y nuestra razón previa para conocer Kalamata era que varios autocaravaneros nos habían hablado de lo práctica que era la Marina de allí para pernoctar, por un módico precio (10 euros), buena ubicación y óptimos servicios. ¡Allá vamos!

Yolanda cogió, desde allí, su bus hasta Atenas y nosotros necesitamos una base de operaciones durante unos pocos días para, aparte de las intendencias habituales, intentar solucionar esos varios problemillas extras que nos surgieron con el tiempo y el uso de las cosas…¡o con nuestros pequeños desastres tecnológicos! Cámara fotos estropeada, segundo conversor eléctrico que ya no funciona, tablet que no carga…la tecnología no es lo nuestro, está claro…😡.

 

Jajajaja…..(sugerencia de mi hermanita Raquel)

 

Llegamos a Kalamata con cielo azul y veinte grados, ¡maravilloso!

Últimamente no ha hecho muchos días enteros así. Nosotros no nos quejamos mucho, porque verdaderamente, a pesar de que haya chaparrones y ocasionales bajadas de temperatura, para nosotros esto es algo muy parecido a una buena primavera en nuestras “tierras altas”, donde vivimos habitualmente; y esos chaparrones y pequeños fríos serían algo así como las “abriladas” que llama nuestro amigo Vallejo, jejeje. Pero por aquí la gente sí se quejaba algo más, y nos contaban que éste estaba siendo el invierno más fresco y lluvioso de los últimos años, parece ser.

La cosa es, que llegamos con este tiempo casi de “nuestro” junio, pero a corto plazo daban cambio, mucho más frío, lluvia, en fin…¡abriladas en toda regla!.

Desde Kalamata también seguimos viendo las espectaculares montañas Taygettos, y ése día de llegada es de las pocas veces que las vimos despejadas. Estaba siempre metida la nube y cuando se entreabría dejaba ver escarpadas lomas nevadas; ¡allí sí que debía de ser febrero de verdad!

 

En la marina de Kalamata

 

En la Marina de Kalamata se está bien a gusto, y no éramos los únicos autocaravaneros: en estos días vimos desfilar austriacos, franceses, alemanes, holandeses, escoceses…los viajeros europeos habituales, aparte de los dueños de barcos, los que viajan por mar, los que incluso viven en sus barquitos… y demás; gentes variadas, que configuran el ambientillo de estos sitios, que últimamente hemos frecuentado de vez en cuando.

 

 

 

Buenas vistas de mar y montañas, y al cabo de los días y según bajaba la temperatura y aparecían las nubes, empezaban a vestirse las cumbres de blanco en el horizonte…

Y también super-lavadora, duchas espaciosas y calentitas, y secadora de ropa super-rápida tamaño industrial. ¡Ooeéeee!…aprovechamos todo ello a conciencia.

A nuestra llegada, aunque luego se irían calmando, había unas olas espectaculares que saltaban por encima del espigón y alcanzaban casi las autocaravanas, ¡uau!, ¡si esto parecía casi el Cantábrico!

Kalamata es un sitio con su gracia para hacer unos días de parada y fonda, y nos gustó mucho. Porque no es un sitio turístico, pero tiene sus encantos, un tamaño muy manejable (unos 50.000 habitantes), un casco antiguo pequeñito y acogedor, las ruinas de un castillo en lo alto, un mar turquesa, una larga playa bandera azul.

Un carril bici que recorre el litoral y se adentra por toda la ciudad, un curioso parque lleno de ferrocarriles antiguos, y sobre todo, un gran ambiente comercial con mucho pequeño comercio, bien cuidado y separado por gremios, muchos “restaurante-taberna” de las de mantel de cuadros y plato del día barato y sabroso, y en general, un ambiente callejero muy animado.

Y por supuesto, muchas cooperativas y tienditas donde comprar las aceitunas negras de Kalamata…y el aceite…y los higos, que son algunos de sus productos más famosos…¡y que probamos, claro!

 

Poco a poco, resolvimos nuestros asuntillos pendientes, nos hicimos con una pequeña cámara sin muchas florituras que nos permita hacer fotos más allá de la tablet, ésta parece ser que la reparan reemplazando la pieza del cargador, cambiamos los rodamientos a nuestro usado Chariot, el “carro multiactividad”de Noa, y compramos un nuevo conversor eléctrico para poder cargar aparatos varios…este último tuvieron que encargarlo, el fin de semana estaba por medio y no llegaba hasta el martes, así que….esto nos hizo modificar planes y…¡Nos hicimos una escapadita a la antigua Messina!, que está a sólo 25 kilómetros de aquí.

 

Messina es una antigua ciudad griega bastante importante, nos pillaba a mano para la ocasión, y sonaba interesante.

Nos quedamos en el pueblito contiguo que se llama Mavromati, el paisaje de la zona son valles de media montaña, alucinamos con la cantidad de olivos y de árboles de cítricos. Mavromati es muy majete aunque llegamos lloviendo y con mucho frío. Jjjo, mira que éstos del tiempo aciertan…Enseguida nos refugiamos calentitos con la cena en nuestra casita con ruedas, en una pequeña plaza en lo alto del pueblo, con vistas al templo, teatro y demás…un lujo de vistas, aunque el tiempo no acompañaba.

 

 

Por la mañana nos despertamos con el ritmo de música popular griega (que nos gusta bastante); nos había aparcado justo al lado la pequeña furgoneta del pescadero, ¡mira qué bien!, compramos un pescadito, y (como nos ha pasado más veces), nos regaló otros cuatro pececillos más pequeños. Y no iba a ser el último regalo hoy, no…

 

 

Enseguida salió la mujer de la casa de enfrente y nos regaló media docena de huevos…bueno, no sabemos si al viajar sin Noa nos ocurrirían todas estas cosas o qué…la cosa es, que mientras llenábamos agua de la fuente ahí mismo, otro señor que andaba comprando pescado, le hace señas a Icar para que le acompañe a su casa (ahí al lado también), e Icar vuelve con una botella de aceite de oliva casero, unas aceitunas propias también, claro, una lechuga de la huerta y unos cuantos limones. ¡Qué barbaridad!. Por cierto que es la primera vez que probamos aceitunas así…sin nada, tal cual…y saben…¡¡a aceituna!!, están riquísimas…y todo lo demás…

 

Las aceitunas negras de Kalamata

Todo riquísimo

 

Con este buen comienzo mañanero nos fuímos a ver las ruinas de la antigua Messina, aunque hacía frío, la mañana aguantó sin llover y visitamos el lugar prácticamente solos. Es impresionante, y con algunas partes muy bien conservadas, como el increíble estadio. Me encantaría ver estos lugares tal y como eran en su momento; si ya ahora, que sólo quedan fragmentos, impresionan por su ubicación, grandiosidad, equilibrio…en su máximo esplendor tenía que ser algo alucinante.

 

 

La antigua Messina fue fundada en el 371aC, y según la mitología local, aquí nació nada menos que Zeus, dios de dioses. De él cuidaban las ninfas Neda e Ithomi, que le bañaban en el mismo manantial que da nombre al pueblo actual, Mavromati, cuya fuente principal surge de un agujero en la roca, cual ojo negro, “mavro mati” en griego. Historias, mitologías, leyendas…de esto en Grecia hay todo y más…

 

 

 

Pues nada, marchamos contentos de la antigua Messini, no sin antes llenar una bolsa de naranjas de un solitario naranjo cerca de la entrada de las ruinas. Sin duda, ¡a nivel de “aprovisionamientos” esta escapadilla fue de lo más productiva!

Y ya con lluvia volvimos a nuestra conocida Kalamata, tras reinstalarnos pero ahora fuera de la Marina, ya que por hoy no nos hacía falta ningún servicio y así ahorramos esos 10 eurillos. Tarde “casera” de lluvia y frío, mañana saldrá el sol y las montañas lucirán con una espolvoreada blanca…
Pero aquí dentro estamos bien calentitos…☺

Nosotros rematamos de mañana nuestros recados pendientes, y, ahora sí, nos despedimos de la ciudad de las aceitunas, higos y aceites. Bye bye Kalamata olives…Adiós a las aceitunas negras de Kalamata.

Y mientras tanto, allá por nuestra tierra cántabra, nuestra casita estaba….¡¡así!!. ¡”Febreradas” de verdad!

 

 

Y nosotros seguimos con nuestro invierno…¡diferente!…

 

Las aceitunas negras de Kalamata

 

 

Más de Marta, su familia y autocaravana y su slow life:

 

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

Loading