Terminando 2014: varias “de romanos”, mucha agua y una nieve muy rara…
Últimos días de 2014…

¡Buaaaaa, se nos acabó el sol por unos días! Y cae agua con ganas: ¡sí sí, el cielo sabe llover aquí también!

Con las primeras lluvias llegamos a Selçuk, un pueblo grande (o una ciudad pequeñita) a un paso del famosísimo Éfeso, la ciudad romana mejor conservada del Mediterráneo. El propio Selçuk es también bien interesante, tiene una grande y preciosa mezquita, la Alibey Camii, y la famosa basílica de San Juan, el castillo de Ayasoluk…todo merece visita.

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

 

Y en cuanto a otros temas más domésticos, también hicimos parada y fonda en Selçuk porque nuestra bolsa de ropa sucia estaba tomando considerables dimensiones y pedía una (varias) lavadoras a gritos.

Al final no encontramos tantas lavanderías, sólo en Estambul hicimos uso de una…sí que las habrá, quizá, pero como no paramos mucho en lugares grandes…y alguna que vimos en otros sitios que sí estuvimos, estaban cerradas…poca demanda invernal, suponemos. Así que el tema lo solucionamos en ocasionales campings.

 

 

Total que aparecimos en el camping de Selçuk con intención de quedarnos al menos un par de días y solventar de paso nuestras cosillas domésticas.

Pero no nos acababa de convencer la cosa; no era tan barato para ser un camping, la meteo daba mucha agua y el sitio, arbolado y hasta con esos toboganes que le requetencantan a Noa, nos vendría guay con solete, pero así, con aquel pronóstico pasado por agua…

Un vistazo rápido a “la Lonely Planet” y resulta que en Selçuk, por el trasiego de viajeros todo el año, hay una feroz competencia de precios y una inmejorable relación calidad-precio en los alojamientos…el camping costaba 40 liras; por 60 (unos 20 euros al cambio) tenemos una habitación, sencilla pero con con camas enormes, calentita, y poner una lavadora nos cuesta 5 liras más barato que en el camping.

¡Cosas que pasan! No nos lo pensamos dos veces, pusimos rumbo a la Kiwi Pension, que así se llama, y allí estuvimos tres días. El propietario era un curioso turco que había estado primero casado con una inglesa y luego con una holandesa…un señor viajero-mochilero, algo bastante inédito allí…aunque ya tenía sus añitos.

Nos trató muy bien, a Noa le regaló desde mandarinas hasta chocolatinas de pistacho, que le encantan (y a nosotros), y nos invitó a tés y “simits”, y hasta…un día a cenar, con una coreana muy simpática que también andaba por allí y se llamaba Dada.

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

 

Nosotros, como agradecimiento, le regalamos una botella de “palinka”, un fortísimo licor local rumano que nos regalaron allá por esas tierras…seguro que le iba a dar mejor uso que nosotros, y es que a este parlanchín personaje el bebercio y el fumeteo también se le daba muy bien.

Él encantado, y nosotros encontramos destino para la botellita que andaba rodando por la furgo, así que ¡Todos contentos! Y es que hay turcos para todo, y la abstención alcohólica del Corán no os penséis que la hacen todos, no….

En Selçuk coincidimos con el día de mercado local, que resulta ser de los mejores que hemos estado. Llovía a mares, pero estaba muy bien organizado, con sus toldos gigantes para no mojarse. Nos abastecimos de miel, aceite, frutos secos…nos encantan estos mercados, y en nuestro país ya no es tan fácil esto de comprar la botella de aceite casera “sin etiqueta”…la miel también era rica rica, los quesos, los frutos secos…

La fruta y la verdura componen un sinfín de tenderetes multicolores. Compramos halva a granel (una especie de turrón turco de pipas y tahín, pasta de sésamo, sin el que no sé qué haremos cuando cambiemos de país…😂; está tremendo). ¡Ah! y unos huevos enormes con dos yemas, de alguna super-gallina turca.

También paseamos por Selçuk…se nos averió la cámara de fotos, snif, snif, y de no encontramos solución 😢 (fotos con la tablet, pero no tiene nada que ver). Lidiamos con nuestras ¡cuatro! lavadoras…, y, por supuesto, también fuímos a Éfeso, que es…grandioso. No podía ser menos, en su momento llegó a tener hasta 250.000 habitantes, toda una megaciudad en la Antigüedad.

 

Yo había estado en Éfeso hacía tiempo, me impresionó mucho, aunque la vi un día de agosto con mucho calor y muchos turistas. Ahora tuvimos suerte, pillamos un día claro entre otros de lluvia, y solos…no estamos, porque Éfeso es muy famoso, pero es un placer recorrerlo con poquita gente y buena temperatura.

 

 

A Noa también le iba gustando esto de ver “piedras”, cuando ve aparecer el teatro o la maravillosa biblioteca de Celso, que es seguramente lo más destacado de Éfeso, da un pequeño salto y dice “¡¡Uuuaaaa, uuuaaa!!”. Nos reímos mucho.

Es increíble el sentido de la estética y grandiosidad de la época. También, sus soluciones técnicas y la ingeniería de aquel entonces, que en muchos aspectos no difieren demasiado de algunas soluciones actuales. O mejor dicho, en muchos casos, hemos empeorado bastante…¡desde luego, nuestras construcciones no duran así!

 

 

A mí me encantaría poder mirar por un agujerito y ver esto en su apogeo: los carros de aquí para allá, las compras en el ágora, entre ánforas de vinos y aceites, el teatro a pleno rendimiento, todo decorado con las esculturas que hoy sólo ves en los museos, los ciudadanos ataviados con sus túnicas y sus quehaceres diarios…y con algo de imaginación, en lugares como Éfeso, uno sí que se transporta un poco..

 

Y de aquí, cambiamos al interior, a otro sitio muy famoso: Pamukkale.

Según vamos llegando….”Pero…pero..si….¡allí hay una montaña nevadaaaa!”, “para para, que no”, que es el famosísimo travertino, una espesa capa calcárea blanca que cubre de repente una montaña verde como si de nata o nieve se tratase…y así es Pamukkale. A Noa eso del travertino no le suena nada, y sigue gritando y señalando: “¡neye! ¡neye!” (nieve), “¡piya, piya!” (fría…).

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

Pamukkale, castillo de algodón

 

Nada más bajar de la furgo en Pamukkale, vimos que teníamos, ¡casualidad!, otra Camper vecina, y ¡más casualidad!, hablan en español. ¡Nos hizo mucha ilusión, la verdad! Hacía mucho, mucho que no coincidíamos con españoles…

Y así conocimos a una pareja madrileña, Miguel y Leo, que andaban de vacaciones por aquí. Y con esa especie de “fraternidad” que enseguida desarrollamos los “españolitos” cuando estamos fuera y lejos de casa, y porque, además, Leo y Miguel son muy majos, enseguida nos liamos a hablar primero, a hablar y a pasear después, y a hablar y cenar juntos en un restaurante, para rematar la velada. ¡Fue un placer pareja, ojalá coincidamos otra vez!

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

Pamukkale, Spanish dinner en buena compañía…

 

Pamukkale también nos dio una pequeña tregua meteorológica y tras una noche de agua, la mañana se calmó y pudimos “pisar la nieve” de travertino, sin abrir el paraguas…El espactáculo no deja de sorprender, unas piscinas color turquesa en la toba blanquísima, con majestuosas vistas del valle…Por cierto que en las piscinas ya no está permitido bañarse (sólo mojar los pies en algunas de ellas), en un intento de preservar lo que no hicieron en su día.

 

 

Y las piscinas termales llevan mucha menos agua de la que llevaban…parece ser que los hoteles que construyeron en su momento (totalmente demolidos en la actualidad) aprovechándose de este espectáculo, y de las aguas termales claro, provocaron este desastre que hoy se intenta remediar. Los humanos somos así de zoquetes…en casi todos los sitios. ¡Qué pena!.

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

Aguas termales con fondos de columnas de muchos siglos atrás…

 

Aparte del travertino y sus piscinas, Pamukkale tiene algo igual o más de espectacular, y es la antigua ciudad romana de Hierápolis, que está allí mismo. Pues no sabían nada estos romanos…

 

Éfeso la grandeza de la antigüedad

Hierápolis, la espectacular ciudad romana de Pamukkale

 

En principio, pensábamos quedarnos en Pamukkale tres noches, hasta Año Nuevo, pero como cambiamos mucho de opinión (y es lo bueno de un viaje así, el poder hacerlo) finalmente no nos quedamos. Lo que vimos nos gustó, pero el pueblo de Pamukkale en sí mismo tampoco nos decía gran cosa, así que tomamos otro rumbo cercano. “Otra de romanos”: Afrodisias, otro importante emplazamiento romano, de los más destacados y bellos de este país (y muchos, muchos hay donde elegir), pero mucho menos conocido que Éfeso.
Afrodisias, nada menos que toda una ciudad romana dedicada a la diosa del Amor, ¡un buen lugar para pasar el fin de año!😁.

 

Afrodisias bajo la lluvia…bonito igual

 

El agua esta vez no nos respetó entre los restos de Afrodisias, que, aunque nos parecen una pasada, con lluvia y viento quedan un poco deslucidos. Aún así, alucinamos con las dimensiones del estadio (yo no había visto ninguno antes así conservado) y de todo en general. Esto en primavera, lleno de flores, tiene que ser increíble…o simplemente en un día de sol.

“Anatolia”, mira tú que volvemos a nuestros comienzos en Turquía, así se llama el camping-restaurante donde nos quedamos un par de días en Afrodisias. Un sitio chulo, con toques “rurales” (carros de paja, una especie de bungalows estilo hórreo, todo en piedra y madera) que le da un aire muy acogedor. Si tomábamos algo en el restaurante, no nos cobraban el camping, sólo si nos conectábamos a la electricidad. ¡Ventajas de la temporada baja!

Pero eso sí, la última noche del año, esto va a parecer todo menos temporada baja…eeehh, qué nos pensábamos, ¡que aquí también se celebra la Nochevieja!….parece ser que es muy común que la gente salga a cenar fuera, una especie de “cotillón a la turca”. Y lo que el primer día es el sitio más tranquilo del mundo casi sólo para nosotros, el segundo se transforma en una alegre algarabía de familias turcas cenando, bailando y festejando la llegada del Año Nuevo. ¡Ay, quién nos lo iba a decir!, no nos imaginábamos mucho cómo sería la cosa, y resulta ser…¡muy divertida!

 

 

Así que, festejamos el último día del año con “nuestras mejores galas” (jajaja, o sea: como cualquier otro día), música turca en directo, una cena rica (pero nada de precios fijos como un cotillón a la española, puedes pedir lo que sea y eso es lo que pagas. Así que comimos más o menos tan económico como otro día cualquiera que hubiéramos comido fuera en Turquía), y…a una cierta hora allí dejamos a todos y nosotros, con nuestro horario infantil, en verdad, donde recibimos al Sr. 2015 fue exactamente en medio del País de los Sueños…con unos cohetes que nos recordaron el momento preciso…¡FELIZ AÑO NUEVO! Y en ese momento deseamos que fuera pródigo en momentos bonitos, sonrisas, buena compañía, alegría de vivir, y Afrodisias repartiera mucho amor, que hace que casi todo…vaya mucho mejor…

Y de repente también, llevábamos CINCO meses de viaje…sin decaer el espíritu viajero y las ganas de volar, y de estar en la tierra a la vez.

No sólo en estas fechas, sino realmente siempre…mucho también nos acordábamos de las personas a las que queremos. Y eso es la “peor”parte del viaje…aunque acordarse, estar lejos y sentirse cerca, conocer nuevas personas, descubrir nuevos lugares; a veces logra la conjunción mágica de… valorar más si cabe lo que uno tiene “en casa”, y… sentir la suerte de poder vivir y descubrir la diversidad del mundo, ambas cosas a la vez.

¡¡¡2015, vamos que allá vamos!!!

 

 

 

Vínculos en este artículo:

Selçuk

“palinka”

halva

tahín

Éfeso

Pamukkale

el famosísimo travertino

Hierápolis

Afrodisias

 

Más de Marta Sánchez en el Viajero Accidental:

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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