En este “Rumanía en autocaravana”, Marta y su familia nos llevan al final de su viaje por el país carpático. ¡¡¡Llegamos hasta el Mar Negro!!!

Pueblos, iglesias y teléfonos

Seguimos por tierras rumanas-sajonas y con cielo azul. Sighisoara es la próxima parada; en esta parte de Rumanía las carreteras son mejores y el avanzar más fluido. Hay muchos atractivos en esta zona de Transilvania, quizá las iglesias fortificadas o amuralladas, “biserica fortificata”, son lo más destacado.

 

Sighisoara

 

Sigue fresco montañero a la noche y en el camping-pensión de Sighisoara nos quedamos en una habitacioncita muy maja. El precio es 100 leis, poco más de 20 euros. Y en verano tiene hasta piscina, ¡uau! Al final nos quedaremos dos noches, porque…bueno ahora lo contamos…

 

 

Primero anduvimos (pedaleamos, en realidad) por Sighisoara que es realmente muy bonito. Su torre fortificada es de lo más impresionante de la zona, con su cubierta colorida que destaca entre las casas en tonos pastel. Por aquí hay también otras curiosidades como la casa natal de Drácula…nosotros la verdad que no estamos especialmente interesados en el “asunto Drácula”, pero para mucha gente es uno de los atractivos de Transilvania e incluso sus rutas están organizadas totalmente en torno a lugares relacionados con el tema.

 

Casa de Drácula

 

Pero eso sí, de rebote acabamos sabiendo un poco más de la cuestión, resulta que aquí se mezclan el personaje real, un tal Vlad Tepes apodado con el escalofriante nombre de “el Empalador”. Personaje que empleó en parte Bram Stoker, junto con otras muchas pinceladas de ficción, para crear la figura de Drácula. En torno a todo esto, se han montado toda una serie de historias, que si aquí comió Dràcula camino de no sé dónde, que si aquí vivió, que si aquí murió….unas reales y otras inventadas, claro. Como el que llaman el castillo de Drácula, que está en Bran, pero parece ser que Drácula nunca pasó por allí. Cosas del turismo…

 

¡Pues muy bien! Después de todo esto nosotros seguimos camino, nuestro destino a medio plazo Brasov pero antes parada en pueblo de Viscri

Es un pueblo-pueblo, pequeñito y muy rural pero eso sí, con una espectacular “biserica fortificata”. Llegamos a hora perfecta y momento perfecto, maravillosa luz de tarde, entorno bucólico, Noa recién despertada, todo fantástico y maravilloso hasta que nos dimos cuenta de que…habíamos perdido el teléfono en Sighisoara. El de Icar. La cosa tiene….porque el mío, pues…lo perdimos hacía unos tres meses, apenas empezado el viaje en tierras francesas. Bueno, en realidad yo tengo la pequeña esperanza de que el mío está buceando en algún lugar de las profundidades de esta autocaravana-submarino…pero aún no ha salido a flote😅.

Pero perder los dos…bueno, esto ya no…Y lo confieso, sí, la principal responsable de esta segunda pérdida fui yo también…En fin.

Pero el viaje sigue, aunque no podemos estar desvinculados de la tecnología como a veces nos gustaría. Nos hemos vuelto un poco esclavos de ella, hasta viajando. Es importante encontrar el punto medio…pero a veces no es fácil porque…aunque ni siquiera lo echemos de menos, o sólo a veces, nos va a causar el dar unas cuantas vueltas de más de aquí hasta que lo recuperemos. Y es que ciertos aspectos de la realidad práctica hoy, y viajando también, ya no se pueden desvincular del dichoso telefonito. ¡Mundo moderno!

 

 

De momento, como Viscri ayer nos gustó mucho, allá que volvimos bien tempranito. Disfrutamos con su ambiente rural, con sus preciosas casas entre las calles sin asfaltar por las que circulan tranquilamente gallinas, patos, pavos, perros, gatos, caballos…otro “retroceso rumano en el tiempo”, aunque de algún modo el pueblo está bastante cuidado y su iglesia fortificada es una pasada. ¡Nos ha gustado mucho Viscri!

Y desde aquí, pusimos rumbo a Brasov, otra vez que necesitábamos una ciudad porque…teníamos varias cositas que resolver, que no podíamos arreglar aquí entre pollos y carros…Ay, si se pudiera, porque se estaba tan tan bien…pero…otras cosas nos esperaban…Vamos…

 

Brasov & Sinaia,”otra Rumanía”

Brasov: una ciudad de tamaño medio, en un perfecto emplazamiento entre montañas. Con vida industrial y comercial, pero también un precioso casco histórico. Con un ambiente de lo más animado. Y con un toque de entorno cuidado con mimo que, en nuestra opinión, la diferencia de otras ciudades rumanas que hemos conocido.

 

 

Incluso nos pareció aún más choque respecto a otros lugares, porque aquí descubrimos, no sin cierta sorpresa, “un nuevo tipo de rumano”…el “acomodado-clase alta”. Por las calles céntricas de Brasov pululan algun@s “ellos” y “ellas” a la última moda que no desentonarían en las pasarelas de Milán…¡madre qué diferencia!, con los pueblos sin asfaltar, quienes tienen que ir a por agua al pozo, los lugares remotos…Contrastes con mayúscula.

Al final pasamos en Brasov cuatro días, entre vueltas y gestiones varias. Eso sí, nos sentimos “casi como en casa”, en la Pensiunea Riunione, donde acertadamente fuimos por recomendación de Yolanda. Un sitio super chulo, un desayuno delicioso, una familia encantadora que nos ayudó un montón en esas gestiones y…un pequeñuelo, Ceasar, un pelín mayor que Noa, y se hicieron coleguillas. ¡Todos contentos!.

Y es que en general vamos recibiendo un trato estupendo en este país. En este caso, el dueño de la Pensiunea nos acompañó personalmente al garaje donde vamos a llevar nuestra furgo…en principio creíamos que para cambiar el filtro del gasoil pero resultó que eso no lo necesitaba, pero sí otra cosa…nada grave y suponemos que aquí nos ha salido más barato que en España. ¡Es importante mimar y cuidar nuestra casita con ruedas! Puesta a punto y visto bueno, podemos seguir camino…

 

 

Entre una cosa y otra, también nos paseamos por Brasov y su monte Tampa, que está precioso y coloridamente otoñal.

Y de aquí fuimos a nuestra última escala en Transilvania y en las montañas rumanas: Sinaia, otro lugar bastante “vip”, suponemos que donde van a la montaña y a esquiar algunos de esos rumanos acomodados que hemos visto…Además , Sinaia tiene un castillo como de cuento de hadas, el castillo de Peles, todo un derroche de estilo y decoración que se alza majestuoso con el fondo de los montes Bucegi.

 

 

En Sinaia volvimos a dormir en “nuestra capsulita”, como la ha llamado hace poco una amiga nuestra y nos ha hecho mucha gracia. ¡Qué ganas teníamos! Estábamos en las montañas pero la mar de bien, había cambiado la cosa, con temperaturas bastante suaves. ¡En octubre pareció llegar el invierno, pero ahora había vuelto con fuerza el “veroño”! Y al día siguiente, con temperaturas casi, casi veraniegas, cogimos un teleférico hasta la cota 1500, y era un gustazo andar por las montañas en camiseta. Era casi 10 de noviembre, todo un lujo que disfrutamos despacito y con ganas.

 

 

Con este remate inmejorable, ponemos broche final a los paisajes montañosos rumanos que mucho nos gustaron.

Aunque hay más lugares como Sinaia, con teleféricos, senderos a las montañas y personas que las visitan; ésa no fue nuestra impresión generalizada de las montañas rumanas. La abundancia de mapas e información detallada sobre rutas existente hace ya mucho en montañas como Pirineos, Alpes, y otras muchas en Europa y fuera de ella, no la vimos aquí…al menos de momento, seguramente todo llegará. Pero ésta es más bien, todavía, tierra de montañas poco conocidas, osos en abundancia, densos bosques y pueblos remotos. Fascinante territorio por descubrir…Hasta la próxima, montañas rumanas…

 

Último “manastirea” y Mar Negro…la revedere,România

Y ahora sí…parece que la cosa se pone “más recta” en las carreteras rumanas. ¡Nooo lo podemos creer! Enfilamos rumbo sur, en dirección Bucarest, con idea de hacer una parada que no nos adentre en la ciudad, para tomar luego camino a la costa del mare Neagra, el mar Negro rumano.

En esa parada intermedia y no urbana, escudriñando un poco el mapa encontramos un “manastirea” al borde de un lago…esto de los monasterios rumanos ha tenido su miga en este viaje, y nos parece buena idea rematar pernoctando en otro. El sitio se llama monastirea Caldarusani, y aparte de un emplazamiento muy bucólico, se ve que tiene unas pinturas en su interior bastante destacadas.

Nuestra idea es, sin más, un parking tranquilo donde dormir y qué mejor que un emplazamiento de éstos…gratuito y tranquilo, suponemos.

Y efectivamente, pernocta monástica sin problemas, previa consulta a los monjes ortodoxos del lugar. Son majetes y nos dicen que allí mismo a la puerta, debajo de un frondoso castaño. Dormimos la mar de bien y antes de eso, tenemos sesión prolongada de cánticos ortodoxos de sonido de fondo…prolongada es casi dos horas…madre mía, lo cogen con ganas…

 

 

A la mañana siguiente, antes de marchar, vimos un poco el lugar que se empezaba a animar bastante, iba llegando un montón de gente a lo que era una celebración, quizá alguna especial; como dato curioso decir que algunos traían cosas, obsequios, nos imaginamos que para los monjes…¡grandes cajas de pasteles, por ejemplo! Uy!, parece que estos ortodoxos no se cuidan nada mal…

Como por curiosidad ya entramos en su día a una celebración ortodoxa, no nos entretenemos más y tiramos a circunvalar Bucarest y de ahí, en una ¡¡autopista!!, la primera que encontramos en Rumanía, rectísima ella, como si la hubieran trazado con tiralíneas, nos lleva al Mar Negro.

Intención inicial era haberse acercado y entretenido algún día en la desembocadura del Danubio, el llamado Delta Dunarii, un lugar de gran valor ecológico y paisajístico que nos apetecía mucho conocer.

Pero para eso tendríamos que desviarnos hasta Tulcea, un poco más al norte. Y llevábamos ya tres semanas en Rumanía, teníamos que cruzar Bulgaria rumbo Turquía y estamos casi a mediados de noviembre…¡no lo podemos evitar, siempre nos entretenemos por el camino! Así que lo que hicimos es dejarnos llevar y llevar por estas rectas hasta llegar a Constanta, la ciudad principal del mar Negro, y continuar todavía un poquito más al sur, en la misma dirección que ya nos empezó a acercar a Bulgaria, nuestro siguiente destino.

Delta del Danubio, te dejamos para otra ocasión. Seguro que mereces la pena para no verte deprisa y siempre hay que dejar algo para volver…

Aparte del delta al que no vamos, nuestra impresión es que el resto de la costa rumana no merece ni mucho menos tanto la pena como las montañas. Digamos que es más anodino todo, y los pueblos tampoco son particularmente bonitos. Seguramente también contribuye a esta visión la época del año, es temporada baja y todo luce un poco desangelado, como si se hubieran ido todos corriendo y se hubiera quedado desmantelado. Estaremos un par de días en un pueblo llamado Costinesti, que elegimos por ninguna razón particular sino porque nos quedaba de camino. Íbamos a quedarnos sólo uno pero al final nos relajamos y lo alargamos, estamos tranquilos, aparcados en una callecita al lado del mar, la temperatura es muy buena aunque está algo nubladete, y aprovechamos para recopilar información sobre las etapas sucesivas, y poner en orden algunas cosas. Aprovechando que aquí nos duran la tarjeta de internet y voz, que ya no tendremos al llegar a Bulgaria.

También paseamos por un paseo costero bastante chulo…de hecho, si estuviera un poco más cuidado sería bien bonito. Por cierto que por el lado del mar está “adornado” con un enorme barco varado que debe de llevar abandonado quién sabe cuánto tiempo…

 

 

Por otro lado, la playa como siempre da mucho de sí, y a Noa le encanta coger conchas, piedras y otros tesoros varios..

Y aquí pusimos fin a nuestra estancia rumana. Un país sorprendentemente variado, con una cultura fascinante y mucho por descubrir, con paisajes espectaculares y gente amable, espontánea y cálida. Aunque en todas partes, desde que empezó nuestro viaje, nos trataron bien, en Rumanía es de los lugares donde más tuvimos interacción con la gente, y siempre muy positiva. Hemos compartido charlas, ratos, cafés, comida y hasta techo siempre de modo agradable y desinteresado. Ha sido una gran experiencia.

Hemos visto también un país de contrastes donde muchas cosas no nos cuadran. El sueldo medio de muchos profesionales es de no más de 400 euros. Hay compras asequibles, como por ejemplo sus excelentes productos de la tierra a la venta en sus numerosísimos mercados de las “piatas centrales”, (sitios estupendos y coloridos con mercancía maravillosa), pero otros productos de supermercado tienen precios que nada tienen que ver con los anteriores, y la gasolina, por ejemplo, tiene el mismo precio que en España. Hay muchas Rumanías distintas, a nivel económico, social y cultural. Como en casi todas partes…pero aquí el contraste nos ha parecido notable.

La revêdere, Romania, y mucha suerte en tu devenir.

 

COVRIGI

 

Nosotros seguimos el nuestro…¡ya asoma Bulgaria en el horizonte!

 

Vínculos en este artículo:

Sighisoara

Viscri

Brasov

Sinaia

 

Más de Marta Sánchez en El Viajero Accidental:

 

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

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