Fecha última actualización 27/02/2024 por El Viajero Accidental

Voy a empezar con una serie de recorridos con mi Felt, el primero en La Tierruca.



Desde Santillana del Mar a San Vicente de la Barquera, en el lado occidental de la Bahía de Santander, se puede hacer un recorrido en bicicleta que requiere estar en forma, pero tampoco ser un Anquetil.

La salida desde el barrio de Las Quintas, en Queveda, pueblo cercano a Santillana. Nos quedamos en la posada Las Quintas, donde Elvira y su hijo Fede mantienen una posada pequeña pero coqueta y ponen unos riquísimos sobaos para desayunar.

En Santander hay que equiparse bien, porque sea la época del año que sea, siempre existe la posibilidad de que llueva, haga sol o simplemente se nuble, todo en la misma mañana.

 

Desde Las Quintas paso por Santillana del Mar, que aunque a veces parezca en exceso turístico, siempre sorprende por la armonía de las piedras.

 

Y de paso, un poco de publicidad del restaurante de la familia.

Y desde Santillana tomo dirección a Puente San Miguel, pasando por el pequeño pueblo de Vispieres y dejando a la derecha las cuevas de Altamira. Aquí empieza el recorrido como tal, puesto que en vez de seguir para tomar la N-634, giro a la derecha en dirección a Villapresente. Esta es la carretera que conduce de Puente San MIguel a Cóbreces por el interior.

En Villapresente un paseo para visitar la casa de los tíos, la portalada merece una foto.

Y desde ahí continuamos en dirección al pueblo de Cerrazo, que dejo atrás ya con algo de esfuerzo porque aquí empiezan las cuestas. Pasado Cerrazo llega el Alto de Cildad. No es un puerto de primera categoría, pero aquí hay que empezar a jugar con los cambios. Desde el mirador del Alto se puede ver una panorámica espectacular del valle de Reocín.

La bajada desde el Alto en dirección a Novales es de lo más espectacular del recorrido, sobre todo si te llueve, como me pasó a mí, y tienes que acelerar para dejar atrás la nube. Aún así merece la pena pasar por este pueblo, metido en una hondonada y famoso por los limones, sorprendente producto de su microclima.

Una vez pasado Novales llegamos a Cóbreces, pueblo que con su monasterio trapense (Abadía de Santa María de Viaceli, en su día cistercience) y algunos otros sitios relevantes como la iglesia de San Pedro ad Vincula, también presume de una bonita playa, la de Luaña, donde probablemente más baños me he dado en mi vida.

Aquí en Cóbreces no hay que desaprovechar la oportunidad de probar los quesos que hacen los propios monjes de la abadía.

La siguiente parte del recorrido es más suave.
 Desde Cóbreces se llega a Comillas pasando por Ruiloba. Quien quiera pararse en El Barrio de la Iglesia puede aprovechar para hacerle una visita a La Cigoña, restaurante clásico entre los clásicos al lado de la bolera del pueblo. Aunque se ha quedado atrás respecto a los nuevos restaurantes de la región, los platos de cuchara (garbanzos con callos, cocido montañés) siguen siendo una garantía.

Y sin necesidad de pedalear mucho, llego a Comillas. Aquí no hay mucho que decir y mucho que ver. Comillas tiene amplia variedad en todos los frentes, desde el neogótico que se anticipa en Cóbreces (Palacio de Sobrellano), pasando por el cementerio modernista, hasta la Universidad Pontificia. El primer centro urbano de España con alumbrado eléctrico gracias a la amistad del Marqués de Comillas, Antonio López, con Alfonso XII.

Y empieza aquí para mí la parte más atractiva del recorrido. Desde Comillas se llega a Oyambre, o más concretamente, antes se pasa por la Ría de la Rabia y la Ría del Capitán, para coger la carretera que va por la costa en paralelo a la playa de Oyambre. Esta es una playa para quien le guste disfrutar del mar con tranquilidad. Larguísima y por toda construcción un camping y las casas de los paisanos. Como recorrido en bicicleta, perfecto. Continuas subidas y bajadas con vistas al mar espectaculares.

Y una vez se pasan estas subidas y bajadas de la carretera de la costa, se llega a la entrada a San Vicente. Para entrar en San Vicente hay que cruzar el Puente de la Maza, más de medio kilómetro y 32 arcos, que si se cruza sin respirar da derecho a un deseo. En bici es complicado.

 

Y aquí llegamos al final del recorrido, tras 42 kilómetros de pedaleo, muy asequible con un poco de forma. En los soportales de San Vicente se puede uno reponer del esfuerzo a nada que se ponga algo de interés.

 

 

Un par de recomendaciones para terminar. Esta ruta se puede ampliar en algunos kilómetros llegando por la costa hasta

Pechón. Merecen la pena los 10km adicionales puesto que la entrada a este pueblo costero se hace por la Ría de Tinamenor, uno de los escenarios naturales más atractivos de la zona.

Y por último, para reponer glucosa hay que acercarse a Torrelavega, la ciudad del hojaldre.

En concreto yo me acercaría a la Confitería Santos para probar una de las tartas de hojaldre que les dan fama.

Hasta la próxima.

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