Como cualquier galleg@ conocía la existencia de una muralla romana en Lugo desde que era estudiante, sin embargo no fue hasta hace unos meses cuando la conocí paseando y disfruté verdaderamente de la Muralla de Lugo.

En ocasiones por trabajo fuí a Lugo y estuve cerca de ella viéndola, en otras ocasiones con el coche la bordeé mientras conducía hacia otros destinos, pero ha sido gracias a Lidia de la Fuente y su iniciativa “Camiños con arte” como la he recorrido.

 

La guía turística Lidia de la Fuente nos ayudó a entender lo que estábamos viendo. Lo primero que hizo fue llevarnos -la muy pilla- al sitio por dónde los romanos subían al adarve, al camino situado en la parte alta de las murallas, pero al llegar allí nosotros no pudimos subir por dónde lo hacían los romanos. Quizás os estéis preguntando el porqué y no me extraña, el motivo hay que buscarlo en los estrategas romanos que no hicieron unas escaleras desde la base del muro hasta la parte superior, sino que diseñaron un sistema de escaleras muy curioso. En la parte alta del  interior de la muralla construyeron unas escaleras embutidas en el propio muro, para llegar hasta ellas las tropas tenían que usar unas escaleras móviles, similares a las escaleras de jardín de hoy en día. Este sistema que pudiera parecernos muy rebuscado, en realidad era muy útil ya que las escaleras de madera las podían retirar rápidamente si los enemigos lograban sortear el exterior de la muralla.

 

Durante mucho tiempo estas escaleras romanas situadas en distintos huecos de la muralla, permanecieron ocultas llenas de tierra, arena, suciedad… Ahora, tras un trabajo de restauración, se ha colocado sobre ellas un enrejado de metal que permite contemplarlas y caminar sobre ellas cuando paseamos por el adarve.

Afortunadamente hoy no usamos el sistema romano para subir, sino que disponemos de seis escaleras, dos rampas y un ascensor, de nueva construcción.

Una vez arriba, en el adarve, nos van a llamar la atención las torres defensivas en forma de cubo, realizadas con esa forma para que en los puestos de vigilancia no quedasen ángulos muertos. Sobre cada cubo se alzaba un torreón, de dos alturas, con cuatro ventanas. De esos torreones solo se conservan los restos de uno, conocido como A Mosqueira.

 

Nosotros justo subimos a la ronda en las escaleras que dan a A Mosqueira, explicándonos nuestra guía lo que estábamos viendo. Después comenzamos el paseo por el adarve, disfrutando de la maravillosa construcción y de los amplios espacios que crean sus torreones redondeados: los cubos.

 

Enseguida nos dimos cuenta de que los cubos no siempre son redondeados, ya que algunos fueron seccionados y en otros, en tiempos de guerra, se construyeron distintos sistemas defensivos que los desvirtuaron. Éste último es el caso del baluarte construido en la época de las guerras carlistas, conocido como Reducto de Mª Cristina que tiene forma triangular y troneras, pequeñas aberturas para poder disparar estando protegidos.

 

Como os habréis dado cuenta, la muralla ha ido experimentando diversas modificaciones a lo largo del tiempo. Las puertas de acceso a la urbe en época romana eran cinco, no quiere esto decir que nos las vayamos a encontrar tal cual las construyeron los romanos, porque han ido experimentando modificaciones.

De las cinco puertas romanas, Porta Miñá -que recibe su nombre de su proximidad al río Miño- y Porta Falsa -concebida para uso militar, ya que conducía a las trincheras- son de factura original, las otras tres: Porta de San Pedro, Porta Nova y Porta de Santiago coinciden en el emplazamiento romano pero han sido modificadas.

Dentro de las puertas de origen romano que fueron cambiando, destaca A Porta de Santiago que está colocada justo enfrente de la catedral, por ella discurre el Camino Primitivo de Santiago y se despide el caminante de Lugo. En su tiempo fue una puerta privada, de uso exclusivo del cabildo que aprovechaba el paso para acudir a sus huertas situadas extramuros. En el S. XVIII fue ensanchada para que pudiesen pasar carruajes, aprovechándose la reforma para adornarla con la imagen de Santiago, a caballo, que se conserva hoy en día. Es también conocida como A Porta do Poxigo o Postigo.

Cuando la ciudad, a finales del siglo diecinueve y principios del veinte, comenzó a crecer y a dotarse de servicios, los dirigentes no supieron o no quisieron resistirse a la tentación de no tocar el monumento.

La primera puerta moderna -S.XIX- que se abrió en la muralla fue A Porta de San Fernando, se hizo en el llamado por la ciudadanía como “el boquete”, que era por dónde entraba en la urbe el acueducto romano. En el S.XX se realizaron en ella obras, se ensanchó para facilitar el tráfico.

La segunda puerta abierta es A Porta da Estación de ferrocarril, para realizarla se derribaron cubos de la muralla. Años más tarde, ya en el S.XX se realizaron obras de ampliación, para ello derribaron la que estaba hecha  y construyeron una nueva en el mismo lugar.

La tercera puerta la originó la “necesidad” de comunicar la cárcel y el juzgado. Se derribaron unas escaleras romanas, el cubo en el que estaban apoyadas y una pequeña parte del Reducto Cristina. Se conoce como Porta da Cárcel, Porta de Campo Castelo o Puerta del Obispo Izquierdo.

 

La cuarta se debe a que un obispo tuvo la ocurrencia de querer comunicar el casco histórico con el seminario. Para hacerla se derribaron dos cubos romanos. Recibe el nombre de Porta do Obispo Aguirre.

La quinta y última puerta abierta ya en el S. XX tiene una curiosa historia. La construcción de un hospital motivó que el alcalde de entonces sin encomendarse a nadie ordenase dinamitar la muralla para abrir una puerta, A Porta do Obispo Odoario. Se montó una buen follón que acabó en los tribunales y con la declaración de Monumento Nacional para intentar proteger a la muralla.

Por la estructura que tiene la Muralla de Lugo se cree que debía tener unos 85 u 86 cubos, pero solo se conservan 71.

Poco a poco se va tomando conciencia de la necesidad de preservar el monumento. En los años setenta del siglo pasado se expropian y demuelen las viviendas adosadas a la muralla que todavía estaban allí. La construcción de esas casas fue propiciada por el propio ayuntamiento -en siglos anteriores- como una forma de incrementar sus ingresos, ya que las casas pagaban una renta al ayuntamiento.

Una vez hecho esto, el segundo paso que se dio fue declarar a todo el recinto intramuros conjunto Histórico-Artístico.

A partir de ahí comienza la regeneración del Lugo que hoy conocemos ¡Una preciosidad desconocida!

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

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