Fecha última actualización 08/10/2018 por El Viajero Accidental

Esta reseña de “El príncipe de las mareas” se puede leer en El Libro Durmiente.



Hay varias cosas que me atrajeron a la lectura de las novelas de Pat Conroy, pero especialmente dos. Su afición al baloncesto, que practicó en su época universitaria, y su amor por Carolina del Sur en donde pasé un tiempo en mi época de estudiante. Su libro “My losing season” (ver reseña en Curiosity killed the cat) acerca de su último año como jugador de Citadel, la universidad donde estudiaba, es una excelente novela.

Conroy es un representante de la literatura del Sur, lo que podríamos definir como una visión de los EEUU diferente a la principal que nos llega por los medios. El Sur como América profunda, con sus contradicciones que se manifiestan en el provincianismo, el legado de la Confederación y una visión romántica de una forma de vida.

Así que para definir la literatura de Conroy hay que hablar de pasión, sentimientos, un uso del lenguaje exuberante, incluso barroco. Su propia historia personal es un torbellino de emociones, empezando por una relación muy dura con su padre, piloto militar, quien maltrataba a toda su familia, y siguiendo con su vida amorosa cargada de fracasos.

“El príncipe de las mareas” es en consecuencia una novela exuberante, a veces hiperrealista, con algunos personajes que reflejan muy bien ese Sur entre fanático y colorista. Es también un canto a la belleza de la costa de Carolina del Sur; una costa baja de marismas, muy parecida a la de Cádiz y Huelva. Un canto a los pescadores que la habitan.

La narración recorre, usando como excusa el intento de suicidio de la hija de la familia, la historia de los Wingo, blancos, pescadores pobres de chipirones en la costa de Carolina. Una historia de excesos. De crueldad y amor excesivos, de incomunicación. Y así, Tom Wingo, gemelo de la hermana suicida, desgrana una serie de personajes desmesurados, excéntricos, geniales algunos y otros disparatados.

Es una novela para sumergirse en ella, densa, envolvente. Es también, en gran medida, una historia de supervivencia, de cómo sobreviven las personas a sus propias familias y sin embargo al tiempo mantienen un vínculo afectivo.

 

Nota del autor: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”.

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