Fecha última actualización 17/07/2024 por El Viajero Accidental

¡Tenía muchas ganas de conocer la cueva de Altamira! Hoy todos reconocemos la importancia de este descubrimiento pero no siempre fue así…

Marcelino Sanz de Sautuola fue el encargado de divulgar su existencia. Al parecer fue informado por Modesto Cubillas, un trabajador que realizaba diversas faenas en fincas de su propiedad, de la localización de una cueva. Al hallazgo inicialmente no se le dió importancia alguna. Hay que tener en cuenta que Cantabria cuenta con muchas cuevas y grutas en su territorio ya que está en una zona kárstica.

Entrada a la Cueva de Altamira

 

Marcelino Sanz era un hombre acaudalado aficionado al estudio de la paleontología, a estudiar la información que nos aportan los fósiles sobre como era la vida en distintas momentos de la Historia.

Dada su afición un día, unos tres o cuatro años más tarde de saber de la existencia de la cueva, fue hasta allí en compañía de su hija María. Al parecer, ésta fue la que se percató de los dibujos en el techo de la cueva.

 

Fuese así el descubrimiento o la narración forme parte de la leyenda, lo cierto que es que fue Marcelino Sanz quien divulgó la existencia de pinturas rupestres en la cueva.

La divulgación le costó no pocos problemas, ya que lo trataron de farsante. Nadie concebía que estas pinturas fuesen pintadas por el hombre prehistórico. La técnica y el color que tienen hacia inconcebible que fuesen prehistóricas. Los expertos de la época lo tuvieron claro, las pinturas eran moderna. El asunto quedó zanjado: Altamira carecía de valor.

 

Fue necesario que en Francia se realizase un descubrimiento similar unos veinte años más tarde. En la localidad francesa de La Mouthe se encontraron unos grabados rupestres que permitieron que los de Altamira fueran reconocidos como auténticos por la Association Française pour l’Avancement des Sciences .

Lamentablemente Marcelino Sanz no pudo celebrarlo porque había muerto años antes.

Esta maravilla del arte rupestre ha llegado hasta nuestros días en perfecto estado debido a que la entrada de la cueva se derrumbó sellando la entrada. Al haber permanecido su clima estable de temperatura y humedad, sus pinturas y grabados se han preservado.

Entrada a la Cueva de Altamira

 

En el siglo XX se generó un gran interés en visitarlas. Una vez superadas las reticencias sobre su autenticidad todo el mundo quiso verlas.

Las visitas inicialmente no siguieron criterios selectivos y de conservación. Entró demasiada gente y se alteró la morfología de la cueva porque para facilitar las visitas se construyeron muros, realizaron diversas instalaciones eléctricas e incluso se pusieron pilares de apuntalamiento. Como resultado se alteró el microclima de la cueva, lo que motivó el cierre de la cueva en 1977. Cinco años más tarde se decidió volver a permitir visitas, pero esta vez restringidas a solo 8.500 personas al año.

A finales del siglo pasado se fueron adquiriendo terrenos en el área de influencia de la cueva. El objetivo era conservarla de posibles usos nocivos del suelo. También se modificaron caminos, instalaciones ganaderas cercanas e incluso se desvió la carretera de acceso a la cueva y al museo de interpretación.

Plano Museo de Altamira

 

 

Fue en el año 2002 cuando la cueva se cerró al gran publico para su conservación. A día de hoy pueden entrar 5 personas a la semana, existiendo una gran lista de espera. El resto de los interesados nos debemos de conformar con la visita a la neocueva, que es una reproducción rigurosa de la cueva de Altamira así como del hábitat de las personas que vivieron en ella.

Simulación de entrada a la Cueva en la Neocueva

 

 

Antes de entrar debemos saber que nos vamos a encontrar una cueva más alta de lo que era en realidad, cuya altura originalmente estaba entre uno y dos metros.

Durante el Paleolítico Superior la vida cotidiana se desarrollaba en la boca de la cueva, bañada por la luz del día y a resguardo de las inclemencias climatológicas.

Así era la entrada a la Cueva de Altamira

 

Panorámica de la Neocueva

 

Lógicamente pintaban a una altura cómoda, que les permitiese tener a mano los materiales necesarios. Ahora la cueva es más alta porque se ha rebajado el suelo para facilitar la contemplación de las pinturas, pero se ha mantenido un testigo central de la altura original. Fíjate en él y comprenderás como pintaban.

Admirando las pinturas

 

La cueva se usaba para refugiarse. En la entrada, al abrigo de la intemperie, se realizaban las tareas cotidianas. Mientras que en los espacios más profundos, donde apenas había luz, es donde pintaban. En el espacio más interior fue donde se encontraron las pinturas de ciervos, bisontes, caballos, manos y signos.

 

Una curiosidad es fijarse en las manos plasmadas en las paredes y techo. Las hay pintadas en positivo y en negativo. Impregnaban las manos en pintura y las apoyaban en la pared, pero también ponían las manos y alrededor marcaban el perímetro.

Manos en positivo en las paredes de Altamira

 

En la cueva además de las magníficas pinturas de animales nos vamos encontrar símbolos de los que no conocemos el significado, alguno de ellos comunes a otras cuevas cántabras.

Signos en las pinturas rupestres

 

Esta maravilla se ubica dentro del término municipal de Santillana del Mar y está declarada Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Si quieres visitar la neocueva mediante una visita guiada puedes reservarla desde aquí:

 

Otra opción que te recomendamos es combinar la visita guiada a la neocueva con una visita también a Santillana del Mar:

 

Hasta aquí nuestra visita a la Neocueva de Altamira ¡Seguiremos recorriendo La Tierruca, esa tierra que tanto nos ha hecho querer José Luis Conde!

 

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