¡Benvenuti in Italia del Sur!
Llegando a Brindisi desde Igoumenitsa.
Entre Igoumenitsa en Grecia, y Brindisi, en el sur de Italia, hay un trayecto en ferry de unas 6-8 horas.
Poco a poco a lo largo del viaje, fuimos llegando a la idea de que era una buena opción esta travesía marítima. Evitándonos, así, un largo, muy largo trayecto por carretera, en época invernal y por algunas carreteras, por lo que nos habían ido diciendo, “regulares”.
Trayecto que, en todo caso, nos llevaría, a nuestro ritmo, bastante días llegar, a través de Albania, Montenegro y Croacia. Ese trayecto, eso sí, lo apuntamos “para otra ocasión”….¡muy apetecible!
También se puede, por supuesto, llegar en ferry a otros lugares distintos de Brindisi (por ejemplo Bari, pero era un poco más caro a pesar de ser distancia similar), y distintos del sur de Italia; como Ancona, en el centro, o Trieste e incluso Venecia, en el norte. Pero en el norte de Italia ya habíamos estado a la ida, desde allí nos quedarían bastantes kilómetros a casa cruzando unos cuantos parajes en temporada bastante más fría que a nuestra ida (que cruzamos los Alpes en septiembre), y….bueno, lo chulo de poder ir “haciendo el viaje” un poco sobre la marcha, y de dejarte seducir por otras ideas viajeras.
Y de que aparezcan, de repente, tentadores, posibles destinos en lontananza; es, para nosotros, parte del viaje, y de la fortuna de que éste no sea (¡hasta cierto punto, claro!), “cerrado” ni inamovible.
Así que una isla sureña y muy especial llamada Sicilia empezó a aparecer en el horizonte viajero y soñador de nuestra casita con ruedas…seguir por el Sur…en este invierno diferente…enlazar ferries…combinar ruedas y mar…¡allá vamos!
Nuestro ferry-trayecto. Las rayas a boli son de Noa pero esas vueltas creo que no las dimos, jeje
Igoumenitsa es un puerto griego de embarque y llegada de muchos de estos barcos cargados de una muy curiosa mezcla…
De personas con historias muy diferentes, de camiones de mercancías, de gente de vacaciones “interpaíses”, de familias que buscan fortuna en nuevas tierras, de personas que se separan, de personas que se reencuentran, de productos que se desplazan…Un mundo sorprendente que se mueve encima del mar.
Nuestro ferry sale a una hora horrorosa, ¡la 1 de la madrugada!, y llega a las 9 de la mañana. Menos mal que en nuestra pequeña casa andante podemos, hasta cierto punto, hacer “como si eso no fuera a ocurrir”, cenar en el puerto al lado del embarque, e intentar nosotros, y conseguirlo sin problemas Noa, dormir hasta la hora de entrar en ese enorme ferry que nos cruzará a través del mar hasta un nuevo país.
En temporada estival, funciona un sistema fenomenal que se llama “camping on board” y significa que ni siquiera tienes que bajarte de tu furgo en el trayecto, embarcas en ella y sigues en ella, sin más. Lo cual habría sido estupendo, y estuvimos super-tentados de hacer, porque…pues no veíamos razón para no hacerlo, la verdad, y habría sido perfecto para los tres…y Noa ni se habría enterado de que cambiaba de medio de transporte, hasta la mañana siguiente.
Pero…nos dio reparo, ya que nos dejaron claro que en invierno, permitido no estaba, así que…a esas horas tan raras, bajamos de nuestra furgo-cama con algunos bártulos en mano, Noa con mamá en la mochila-canguro para que la cosa fuera lo menos traumática posible, y a buscar acomodo nocturno, por unas horas, en el bus marítimo.
La cosa es que antes de embarcar, mientras Noa dormía y nosotros esperábamos viendo todo el espectáculo pre-embarque (ya que subimos prácticamente los últimos), flipamos con varias cosas, la primera: ¡¿cómo se iba a poder mover el barco con semejante cantidad de camiones de mercancías que estaban entrando allí dentro?!😨
….y la segunda, ¿¿por qué todos los pasajeros que iban a pie, (que entraban los primeros al barco y formaban un grupo variopinto y muy curioso, pertrechados con almohadas, mantas y otros artilugios variados), en un momento dado, de repente salieron corriendo como si alguien hubiera dado un pistoletazo de salida y se metieron en el barco como alma que lleva el diablo??
La primera duda en este llegando a Brindisi desde Igoumenitsa, la fuimos resolviendo al cabo de las horas.
Efectivamente, el barco podía moverse perfectamente con semejante carga, no parecía tener problemas y la tecnología marítima actual consigue, de manera efectiva, resolver eso que a nosotros nos parecía un misterio, y llegar a Brindisi sin ningún problema aparente, y, en principio, hacerlo así todos los días, que es la periodicidad de viaje de ese ferry.
La segunda duda la íbamos a resolver al bajar de la furgo y adentrarnos a pie en los entresijos del super-barco…pues es que no se parecía al otro gran-ferry en el que hicimos otra de nuestras travesías de varias horas, de la isla de Chios a Atenas (pero diurna), muy cómodo y hasta casi lujoso, con muchos espacios de butacas y rincones donde uno podía acomodarse bien tranquilo.
Pues no. Éste no. Y toda aquella gente con almohadas y mantas había salido corriendo porque ese detallito ya lo sabían, y habían cogido cualquier pequeño rinconcito disponible para hacer su pequeño campamento.
Vamos, que cuando nosotros aparecimos encontramos gente roncando por los rincones más variados…Ejem, ejem, “¿y ahora qué hacemos?”
Bueno, por fin, al cabo del rato correspondiente de búsqueda, encontramos acomodo en un habitáculo hasta cierto punto apartadillo, junto a una familia búlgara muy maja (todo eso lo sabríamos al día siguiente, en aquel momento sólo roncaban felizmente todos) muy variada, chiquillos, medianos, grandes, y hasta una pequeña jaulilla con sus animales de compañía, unos hamsters que hacían un ruidito, subiéndose a una especie de columpio, que nos acompañó de serenata de fondo toodo lo que quedaba de noche; pero a ellos parecía no importarles, claro…😉. Aaaayyyyy….¡qué panorama!
Claro que la otra opción era la pernocta en camarote, pero esto nos parecía tontería a la hora que se embarcaba y a la hora que debías dejarlo…Además, el coste del barco no es demasiado caro para las horas que es, unos 35-40 euros por adulto (Noa nunca paga de momento) y unos 100 la furgo. Pero el camarote costaba otros 100, un poco desproporcionado. A pesar de eso, había muchos que pernoctaban en camarote, y la verdad que era comprensible…porque en esos otros espacios comunitarios donde íbamos a pasar la noche, aparte de ser mucho menos numerosos de lo que esperábamos (no es así en todos los barcos, pero en este sí), pues las luces, estaban, para rematar…¡a pleno rendimiento!….puffff….
Intentando dormir con “lucecillas de fondo”…
Con todo este panorama, yo que soy bastante regularcilla para estos avatares, no pegué ojo en toda la noche, Icar bastante más, y Noa tuvo un rato de lapsus…un poco alucinada (¡normal!) de encontrarse de repente entre aquellos durmientes desconocidos.
Y todo parecía hacerle muchísima gracia; de hecho, tenemos que hacerle señas de silencio como podemos, porque le da la risa y claro, a nosotros también…Pero, tras el breve periodo adaptativo, a Noa lo de las luces no parece importarle, y enseguida ella también duerme plácidamente, y es que a esta pequeñuela no hay medio de transporte que se le resista…😉
Pues nada, la noche mejor para unos que para otros, pero como todas, acabó, amaneció y…llegamos a Italia. O sea llegando a Brindisi desde Igoumenitsa.
Buon giorno, Italia!
Tiempo azul y temperatura muy agradable, un poco fresquilla aún. Yo un poco zombi, pero todo se irá acomodando….y encima con el cambio horario (1 hora de diferencia) también nos descolocamos un poco. Noa resuelve estos pequeños desajustes durmiendo un par de días dos siestas en vez de una, y asunto solucionado. ¡Cómo saben estos peques!…
Nuestra intención es cruzar el sur de Italia relativamente rápido para poder detenernos más en Sicilia.
Seguro que nos perderemos muchos sitios que merecerían más tiempo, pero todo es imposible…
Primera parada muy campestre y tranquila, un pueblo llamado Alberobello, con una arquitectura rural muy diferente y tan destacada que ha sido declarado Patrimonio Unesco por su singularidad, los llamados “trulli”, una especie de pallozas realmente chulas.
Aquí hay prohibiciones de pernocta libre y a cambio, áreas bien organizadas…¡pero de pago, claro…!
¡Hasta un limpiador automático de WC de furgos!😮
Con Ulrike, amiga alemana que conocimos por aquí…
Estamos en la región de Puglia, y el paisaje rural que vemos de ella lo encontramos muy cuidado y limpio. No es, de momento, la idea que existe de ciertos sitios del sur de Italia. La estructura tipo “trulli” se repite en varios valles, el paisaje es muy verde y tranquilo, y también llaman la atención unos muretes de piedra que separan los terrenos, que se ven hechos y cuidados con mimo.
De Puglia pasamos a Basilicata y entramos a conocer la famosa Matera y sus casas e iglesias excavadas en la roca. Nos cuesta un poco llegar al meollo de la cuestión, aquí ya la cosa se pone un poco más “sur de Italia”: se nota que hay muuucha más densidad de población, que a los italianos lo de ir en coche “dappertutto” les gusta mucho, pero mucho. Así que, nos vemos dando vueltas y en atascos de tráfico, después de semanas en nuestras tranquilísimas pernoctas del rural Peloponeso, y echamos esa tranquilidad un poco de menos…
Cada país es diferente de los demás, y a veces cuesta un poco el cambio, o al menos a nosotros…al cabo de un poco uno “se hace” y pareciera que se está en ese lugar desde hace media vida…”Piano piano”, nos iremos haciendo.
Bueno, cuando logramos hacernos con el tráfico de Matera (madre mía, si esto es una mini-mini-ciudad, como para meternos en Roma o Nápoles, jajaja…), lo que nos encontramos ¡sorpresa!, es todo esto…¡merecía sin duda la pena!
Y poco a poco nos vamos adentrando en Calabria.
Desde una autopista no se puede decir que se conozcan o valoren adecuadamente los sitios. No hacemos justicia a estas regiones, sabemos que hay sitios bonitos y también de los que nos gustan, sin duda -pequeños, rurales, de naturaleza…- pero, como vamos con prisa y de pasada cuesta un poco más, a simple vista, encontrarlos.
Vemos muchos más edificios, más tráfico, más suciedad también, menos tranquilidad y más ruido, y como la pernocta libre en ciertos lugares no nos apetece si no nos sentimos a gusto, encontramos por suerte un camping que resulta ser uno de esos “lugares paralelos curiosos”: Aquí, todo parece estar a pleno rendimiento a mes de febrero, todo pulcrísimo, bien organizado y…¡a rebosar de alemanes que pasan aquí el invierno!. El toque italiano lo dan los camioncitos llenos de fruta y verdura, la música y el ambientillo…
Paréntesis tranquilo, mañana al sol, tareas pendientes varias, experimentos de Noa, etc etc…
Otra parada-pernocta en Tropea, el sitio no está mal, aunque la lluvia ha hecho su aparición y desluce un poco la cosa…aún así, esperábamos que fuera más bonito, lo que en el mapa parecía una reserva natural, acaba apareciendo con casas y más casas. Y seguimos echando de menos esos pueblillos donde uno se aparcaba en cualquier lugar…pero sabemos que sólo es cuestión de tiempo (y un poco de sol, jeje) para pillarle el aire al sur de Italia y sus encantos, que son muchos.
Tropea
Con vistas a un mar…
….de muchos azules!
Y ya llegamos, en este llegando a Brindisi desde Igoumenitsa, a un paso del estrecho de Messina que separa “la punta de la bota” italiana, de la gran isla de Sicilia.
Un ferry, de vehículos y pasajeros, y tan sólo veinte minutos.
Pero hace una tarde tan ventosa y desapacible, que decidimos esperar hasta el día siguiente y nuestra última pernocta calabresa es, ésta sí, bien coqueta y por cero euros…en el pueblo de Scilla, que nos gustó mucho. Junto a otra autocaravana de alemanes, está claro que entre éstos y los franceses, lo del autocaravanismo europeo sureño lo tienen “controlao”….
Pasamos una noche muy tranquila y al día siguiente…¡preparados para empezar la…¿¿antepenúltima….penúltima…??….etapa de nuestro viaje….¡¡¡Andiamo, SICILIA!!!
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Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”
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