Fecha última actualización 12/04/2019 por El Viajero Accidental

Hoy se incorpora a la familia de El Viajero Accidental una nueva colaboradora: Marisa Osuna, sevillana residente en Cádiz que hoy nos habla de su visita a Cuenca ¡Bienvenida, Marisa!


A Cuenca llegamos una mañana de viernes desde Almagro, en la provincia de Ciudad Real, donde habíamos pasado la noche anterior –no descubrimos mucho de Almagro la nuite porque nos retiramos tempranito-. Almagro tiene unas visitas guiadas fantásticas, debéis ir preparados para cuatro horitas de dosis cultural: gorra, agua, calzado cómodo y algo de comer… sí, como de una ruta senderista se tratara. Nuestra pintoresca guía, ataviada con zapatillas blancas, medias negras de rejilla, falda de capa y camiseta amarilla os hará un recorrido por sus corrales de comedias, la casa de los fúcares, plaza mayor, iglesias y museos. Si aún tenéis ganas de más, visitad http://www.turismoalmagro.com/

Alojamiento en Almagro

Alojamiento en Almagro

 

Cuenca, como su nombre indica, está incrustada en una cuenca de rocas calcáreas rodeada por las hoces de los ríos Júcar y Huécar, éste último un afluente pequeñito del primero. Es una ciudad preciosa… y ¡altísima!, recorrer sus calles hace que las piernas de los conquenses presenten la misma dureza que su pavimento: ambos son de piedra. Dentro de la ciudad aún hay otra ciudad más alta apropiadamente denominada “la ciudad alta”. Es bellísima: si la visitas no transites por las calles por las que circulan los vehículos, al contrario, piérdete por sus callejones, pasadizos y recovecos. A cada paso descubrirás hermosos rincones con leyendas ora románticas, ora épicas y vistas espectaculares a las montañas. Aún a finales de septiembre, todo el paisaje es verde multicolor.

En Cuenca se come bien en cualquier parte, pero por citar alguno os recomendaré La Grötte junto al auditorio. Es un restaurante literalmente excavado en la piedra, si bien el interior es un poco sofocante, la distribución de los espacios en el interior y la decoración son muy bonitos. Cuenta con terrazas en varias alturas donde, como en tantos otros lugares, se degusta el exquisito zarajo o el morteruelo. El primero consiste en cordero marinado asado al horno y se presenta enrollado en palos de sarmiento. Esta descripción puede pareceros poco atractiva, sobretodo a quienes sabemos que la longitud del nombre de un plato es inversamente proporcional a la cantidad de comida presentada. Nada más lejos de la realidad en este caso, el zarajo es una verdadera exquisitez, y los palos de sarmiento ¡son de verdad de sarmiento! Respecto al morteruelo, éste es un guiso a base de hígado de cerdo especiado y pan rallado todo machacado y mezclado hasta formar un paté calentito. Es lo más parecido a nuestra pringá, pero más fina. En todos los lugares donde comí en Cuenca salí encantada con el trato, la comida, el vino y el precio.

El Museo

Hay en la zona vieja, próxima al puente de San Pablo, un museo de arte abstracto, no dejéis de pasar por allí, la entrada es gratuita y hay una exposición permanente de Fernando Zóbel. Solo el edificio en sí ya merece la pena, es estrecho y alto, cuando recorres sus salas verás un hermoso paisaje a través de sus ventanas. Pues bien, las salas de ese museo son el interior de la fotogénica casa colgada de Cuenca, icono de la ciudad, desde dentro no lo parece, porque en realidad no puedes asomarte a esos balcones colgantes, entonces la perspectiva se pierde… ¡pero estás ahí dentro!

En el puente en Cuenca

 

El río

Nos hospedamos en una casa de la calle Palafox, desde ahí hasta el río hay apenas 40 metros. Nada más adentrarte en este paisaje se tiene la sensación de haber dejado la ciudad atrás: hermosas sendas arboladas, merenderos y embarcaderos lucen las orillas de un limpio río. La vegetación es profusa y en septiembre hay frambuesas que los paseantes armados de unos ganchos especiales y canastos recolectan. Todo el alrededor es naturaleza en estado puro, solo si alzas la vista verás las casas encaramadas sobre piedras cortadas al tajo.

 

El viaje a Albarracín

Si vais a Albarracín en la provincia de Teruel, y os aseguro que merece la pena por ser uno de los pueblos más bonitos de España, recordad bien esto: id con el depósito bien lleno. Os contaré lo que nos pasó: salimos de Cuenca por la parte alta de la ciudad, en dirección a la Ciudad Encantada que os recomendamos igualmente que visiteis y seguimos por la CM-2105 en dirección a Albarracín, hasta ahí el depósito estaba más o menos. Al llegar al cruce con la CU-V-9161 hay un herrumbroso cartel medio tirado en el suelo en el que apenas puede verse el dibujito de una gasolinera y la indicación de 5 km. en dirección a Tragacete, que no es la dirección que llevábamos así que hicimos caso omiso, total, para 55 kilómetros que nos faltaban… ¡menudos 55 kilómetros! Estoy segura de que los de Disney se enteran y montan allí una montaña rusa natural, apenas llegas a meter tercera en todo el trayecto.

El primer pueblo que cruzamos fue Frías de Albarracín y me dije: de aquí no me muevo hasta sacar al gasolinero del bar…. ¿qué leches de gasolinero ni de bar? Ni siquiera había nadie por la calle a quien preguntar.

Seguimos la ruta hasta el siguiente pueblo, Calomarde.

A principios de los años ochenta a un jugador del Betis, Julio Cardeñosa, le robaron un reloj de lujo. Pues bien, yo creo que el ladrón estuvo corriendo hasta hace poco, que llegó a este pueblo, que se escondió en él y por eso nunca le encontraron ¡No hay gasolinera!

Seguimos la ruta, ahora el coche es una fiesta, en cada desnivel el depósito desplaza el escaso combustible que le queda y el chivato pita curva sí, curva no. En el siguiente pueblo tampoco había gasolinera, tan solo encontramos un par de piedrecitas de yesca con la inscripción JHS.

Nunca he sentido devoción por una imagen, ni experimentado sentimiento religioso alguno, pero cuando llegamos a Albarracín me sentí tocada por la fe: esa hermosa concesión de Cepsa fue para mí la aparición de la Blanca Paloma en todo su esplendor.

Pero el sofocón mereció la pena, Albarracín es una joya, no sólo por sus calles y plazas, también el entorno, las murallas viejas de la ciudad y la luz del sol que la baña al atardecer… no quiero contaros más, id a verla… con el depósito lleno.

En Albarracín

En Albarracín

De vuelta a Cuenca se nos hizo de noche en la ruta, otro descubrimiento que hicimos es que esas señales de tráfico que todos hemos visto alguna vez avisando de peligro de desprendimiento tienen aquí pleno sentido: una señal, un pedrusco a la vuelta de la curva, otra señal, otro pedrusco.

Las casas y calles de Cuenca

Las casas suelen tener dos direcciones, la de la calle que pasa por delante y la de la calle que pasa por detrás. Desde ambas calles se puede acceder al inmueble, si bien entre ambas hay una diferencia de altura de por lo menos 10 metros. Y esto es así porque los arquitectos conquenses son próceres capaz de levantar una finca sobre un pico al borde del acantilado, de forma que cuando accedes al inmueble resulta que este tiene dos plantas sótano y tres plantas “parriba”, mientras que si das la vuelta y accedes por la otra calle resulta que el edificio tiene cinco plantas.

Un consejo acerca de los navegadores en Cuenca

Muchas calles parten del centro de la ciudad y terminan en plena naturaleza o en la terraza de un chiringuito junto al río, así sucede con la calle San Juan, esquina a Palafox, justo donde nos hospedábamos. La noche que volvíamos de Albarracín a Cuenca sorteando pedruscos por la carretera y conscientes de que la calle Palafox no tiene aparcamiento, indicamos a nuestro navegador que nos llevase hasta la calle San Juan, con la idea de aparcar “un poco más abajo”. Llevar lo que es llevar nos llevó, y aunque entonces lo maldije, hoy sabemos que el tomtom hizo cuanto estaba entre sus manos. Las calles de Cuenca son tan pronunciadas que muchas tienen tramos de escaleras, así que ¡ojito con empeñarse en llegar hasta la puerta de casa pensando que el tomtom es “tomtom”!

Tembleque

Lamentamos mucho despedirnos de Cuenca, y nos prometimos volver y conocer mejor su provincia. En la vuelta hicimos parada en Tembleque. No dejéis de pasar por el bar de Angel, su carta es muy variada, la carne con tomate está exquisita, y si se te antoja cualquier cosa fuera de la carta y disponen de los ingredientes, te lo sirven.

¡Hasta la próxima, viajeros accidentales!

Cadiz, Abril 2019

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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