Fecha última actualización 27/03/2021 por El Viajero Accidental

Ahora que no se puede subir a los tejados de la Catedral de Santiago de Compostela, porque están siendo restaurados, me gustaría contaros la impresión que me causaron. Yo subí a esos maravillosos tejados en dos ocasiones, en la primera como parte de una celebración laboral. Todos los compañeros del equipo nos fuimos a comer al Hostal de los Reyes Católicos y por la tarde subimos a los tejados de la catedral.

La visita comienza ascendiendo 105 escaleras, que se encuentran en el Palacio Arzobispal de Xelmírez, que está adosado a la Catedral de Santiago de Compostela. Para localizarlo nos situamos en la Plaza del Obradoiro y dirigimos nuestra mirada a la izquierda. Comentaros que esta plaza recibe el nombre de Obradoiro (taller en gallego) porque era allí donde tenían sus talleres los carpinteros, los herreros y todos los artesanos que construyeron la catedral.

 

Una vez arriba lo primero que vamos a ver es la parte trasera de la fachada del Obradoiro. Allí podemos admirar otra perspectiva de la Catedral de Santiago de Compostela, ante nuestros ojos aparecen la torre de las Campanas y la torre de la Carraca, y en el centro el protagonista, el apóstol Santiago. Las dos torres son idénticas pero en el interior de una de ellas se instaló una carraca, un instrumento de percusión de madera, que sustituye al tañido de las campanas durante la Semana Santa porque su sonido estruendoso llama al duelo.

 

La visita fue para mí impactante, no podía ni siquiera imaginar aquellas losas de piedra en la parte superior del templo y mi asombro fue en aumento cuando descubrí un pilón en la cubierta. Este pilón era usado por los peregrinos para quemar su ropa harapienta tras el duro camino. Se trata de una ceremonia de purificación. Encima del pilón nos vamos a encontrar una carnero esculpido en piedra y sobre él una cruz de latón, La Cruz de los Farrapos (que es como se dice harapos en gallego). Menuda sorpresa, encontrar un pilón allí arriba.

 

Las cubiertas de la Catedral de Santiago de Compostela son de granito y escalonadas, lo que permite desplazarse con mucha facilidad. Gracias a ello podemos contemplar de cerca las distintas torres (la de las campanas, la de la Carraca, la del Reloj…), el cimborrio, los pináculos…

 

Si te fijas con atención en las torres de la fachada del Obradoiro te darás cuenta de que en una torre hay campanas y en otra no. En la que no ves campanas está instalada la carraca, que tiene forma de aspa, cada brazo mide 2 metros, y para hacerla sonar hay que hacerlo manualmente. Durante años la práctica de la carraca estuvo en desuso, es probable que ninguno de nosotros la hayamos oído nunca. El Cabildo de la catedral la recuperó en el 2010, ahora suena los viernes y sábados santos, cinco veces al día: el Viernes Santo a las 12h y 18h y el Sábado Santo a las 12h, 18h y 22h. Por cierto, desde hace unos meses se puede subir a la Torre de la Carraca y es una visita que también recomendamos.

Si quieres ver un vídeo que muestra el funcionamiento pincha aquí.

Torre de la carraca                       Carraca                                      Torre de las Campanas

 

El recorrido de la visita es perimetral, pudiendo así contemplar distintas perspectivas de la ciudad desde una altura de unos 30 metros. Veremos desde arriba la Plaza de Platerías (donde los orfebres trabajaban la plata), la Plaza de la Quintana (a dónde debemos dirigirnos para acceder a la catedral por la Puerta Santa), la Plaza del Obradoiro, el claustro de la catedral, la hospedería de San Martín Pinario e incluso el ensanche de la ciudad nueva.

Te damos también otra idea, no te pierdas este free tour por la Catedral de Santiago.

 

Cuando el pasado verano me visitaron unas amigas andaluzas no podía dejar de enseñarles los tejados de la catedral. En esta ocasión nos encontramos el templo en proceso de restauración y mis amigas no pudieron ver la cruz de los farrapos porque estaba tapada por andamios, aún así al subir pudimos contemplar entre el andamiaje el maravilloso Pórtico de la Gloria, que no olvidaré nunca que se lo debemos al Maestro Mateo ya que una profesora me castigó copiando 500 veces dicha frase ante mi ignorancia. Nos sorprendió saber que el Pórtico de la Gloria fue concebido para estar en el exterior de la catedral pero los distintos procesos constructivos del templo lo han situado en el interior.

 

Estando en los tejados la guía nos explicó que hasta mediados del siglo XX, los campaneros tenían su vivienda en las cubiertas del templo. El último campanero -con su mujer y sus tres hijos- tenía una pequeña casa, construida en dos alturas por las limitaciones de espacio, que estaba adosada a las torres catedralicias de la fachada del Obradoiro y no solo eso, el campanero tenía allí un pequeño huerto y un gallinero ¡Resulta increíble!

Marcas de donde encontraba la vivienda del campanero

 

Mis amistades se mostraron entusiasmadas con la visita, con por la facilitad con la que se anda por la cubierta y con las vistas que se contemplan desde esta perspectiva. Les encantó poder ver de cerca las distintas torres y en particular la Torre del Reloj, que da las horas gracias a un juego de distintas campanas, la mayor de esas campanas se llama Berenguela, por el arzobispo que la mandó construir para defender la ciudad. Por afinidad la torre también recibe el nombre de la Berenguela. Esta torre se ve perfectamente desde la plaza de la Quintana. Si acudís a verla fijaos en que el reloj solo tiene una aguja, la de las horas. La campana que hoy está en la torre no es la primigenia sino que ha sido sustituido por otra fundida en Holanda, ya que la Berenguela original se agrietó de arriba a abajo debido a la humedad, pero no se ha perdido, se conserva en el claustro de la catedral.

 

Por cierto, mis amigas andaluzas son encantadoras y nos reímos al recordar que a finales del S. X el caudillo andalusí Almanzor entró en Santiago y arrasó la ciudad, llevándose con él las campanas de la catedral. Por suerte la Berenguela fue mandada construir años más tarde, en la Edad Media.

Lo que os he contado sobre el campanero y su familia viviendo en la catedral constituía una práctica común. En la novela “Nadie ha muerto en la catedral” de Estela Chocarro se plasma esta realidad.

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

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