En la ría de Ferrol, la pequeña villa marinera de Mugardos guarda un tesoro. Es el yacimiento romano de la villa a mare de Caldoval que hoy visitamos.
De todos es conocido que el imperio romano en su expansión y colonización de los nuevos territorios iba instaurando su forma de vivir, su cultura, su lenguaje… De manera que nuestra actual forma de vivir es inentendible sin el imperio romano. Puentes, acueductos, calzadas siembran media Europa, el norte de África, y parte de Asia.
Muchos romanos se instalaban en los territorios conquistados. Algunos porque gracias a años de servicio en las legiones romanas obtenían una parcela de tierra en propiedad. Otros muchos porque comerciaban con distintos productos o establecían granjas agrícolas o pesqueras. Este caso es el que nos encontramos en la costa mugardesa, una villa o pequeña hacienda rural destinada probablemente a la explotación de productos del mar a través de la salazón. Cuenta además con unos baños termales de carácter doméstico con palestra.
La villa fue encontrada en una zona costera, en la ensenada de Santa Lucía, en la Punta Promontorio de Mugardos, en unos terrenos pertenecientes a una empresa gasista.
Tras el hallazgo y las posteriores excavaciones se identifican 5 estancias que podrían estar dedicadas a actividades productivas y comerciales y un edificio termal. Este último fue el que se musealizó. Para ello fue necesario trasladar más de 12.500 piezas de cascotería de los muros desde el emplazamiento donde fueron encontradas hasta el Centro de Interpretación de Caldoval.
Las excavaciones de Caldoval fueron dirigidas por la arqueóloga Susana Ricart Guillot.
El encargado de diseñar el edificio que alberga los restos del yacimiento es el arquitecto vigués Alfonso Penela. Concibe el edificio como un mausoleo.
Penela proyecta un edificio ubicado en unos terrenos que no están a pie de mar. Pero el arquitecto consigue recuperar la cota del nivel del mar del yacimiento, es decir la altura original de la villa a mare de Caldoval.
El acceso al recinto comienza adentrándonos en un túnel. Éste se prolonga a través de una gran pasarela paraboloide descendente que rodea al yacimiento. De esta manera se puede contemplar desde varias alturas y perspectivas.
Cuando entramos en el Centro de Interpretación del yacimiento constatamos que el espacio construido te aísla totalmente del exterior. Encontramos el yacimiento en óptimas condiciones de luz y humedad. Contamos con la ayuda de una gran pintura mural panorámica, que recrea la visión de la Ría de Ferrol en tiempos del Imperio Romano. La puesta en escena te recuerda que estamos en una villa próxima al mar.
Desde la pasarela podremos contemplar las distintas estancias de los baños termales. En ellos los romanos se iban sometiendo a baños de agua fría y de agua caliente de manera sucesiva.
Y además en Caldoval contamos con un incentivo especial, vamos a poder contemplar una palestra.
La palestra era un edificio dedicado al ejercicio físico. Su forma era cuadrangular con un patio central porticado destinado a las actividades deportivas. Alrededor del patio estaban las habitaciones utilizadas como vestuarios, baños, almacenes… En el modelo romano de construcción, la palestra siempre se edificaba anexa a las termas.
Estos baños privados con palestra son hasta el momento los únicos encontrados en todo el noroeste peninsular.
Probablemente la villa perteneció a una persona o familia de la élite galaico-romana. Estaría en funcionamiento entre los siglos I y V d.C.
El interés de este yacimiento radica en que las palestras aparecen frecuentemente en termas públicas. Son muy escasas en baños privados.
Como curiosidad contaremos que en Caldoval se ha encontrado cerca del pórtico de la palestra una estructura cónica de ladrillos. Su utilidad aún no ha sido establecida por los arqueólogos.
Al inicio del recorrido lo primero que vamos a encontrar es la zona fría. Allí se encontraban los vestuarios, también llamados apodyterium.
Una vez que se habían cambiado de ropa iban pasando por distintas estancias caldeadas a distintas temperaturas. Esto se conseguía por medio de un ingenioso sistema de calefacción denominado hypocaustum. Este sistema aprovechaba el calor de un horno para, a través de una cámara de aire subterránea, distribuir el calor.
Los suelos del balneario adquirían una temperatura elevada. Por ello en el vestuario también era necesario despojarse del calzado. Se ponían las “soleae balnares”, unas sandalias de madera que protegían los pies del calor del suelo.
Tras salir del vestuario se dirigían al tepidarium. Se trata de una sala templada con una temperatura de alrededor de 30º.
Una vez que el cuerpo estaba aclimatado se pasaba a la zona del caldarium. Era la sala más próxima al horno, una auténtica sauna que podía alcanzar una temperatura de 55º. Era frecuente contar con una piscina de agua caliente en esta zona.
Terminado el baño caliente se desandaba el recorrido en sentido contrario. Se volvía a la sala templada -limpiándose sudor e impurezas- y por último se volvía a la zona fría. En ella, con un baño frío, se cortaba la sudoración terminando así el recorrido termal.
En Caldoval, el interior de la bañera de agua fría conserva el revestimiento original que utilizaban los romanos. Es el opus signinum, una mezcla de cerámica machacada y cal que impermeabilizaba toda la superficie (fijaos en el detalle de una de las fotos). Por ello, esta pieza única no pudo ser desmontada en el emplazamiento original con objeto de volver a montarla en el centro de interpretación. Se necesitó realizar un encofrado especial que permitiese trasladarla íntegramente.
Además de aficionados a las termas, los romanos profesaban el culto al cuerpo como parte de su salud física y mental. Dedicaban una parte del día a ejercitar diversas actividades físicas que eran realizadas en la palestra. Allí también se aprovechaba para entablar relaciones sociales y comerciales.
La villa de Caldoval disponía de las dos estancias: las termas y la palestra, de ahí su importancia.
El Centro de Interpretación de Caldoval nos permite acercarnos a la cultura romana. La entrada es gratuita. Está abierto todo el año. En verano abre de martes a domingo y en invierno sólo los fines de semana, de viernes a domingo.
Además de visitas guiadas, lleva a cabo una importante labor divulgativa y docente orientada a los colegios.
Desde El Viajero Accidental os recomendamos esta visita en Mugardos. Agradecemos a Patricia Casal Castro que nos descubriera este lugar. Patricia es guía de turismo y habitualmente desarrolla su trabajo en la Oficina de Turismo del Concello de Mugardos.
Extendemos nuestro agradecimiento a Sara Breijo Casal que nos dio la bienvenida y nos contó curiosidades sobre este Centro de Interpretación y a Rocío García García por la visita guiada tan entretenida y didáctica que nos proporcionó.
Os esperamos por Ferrolterra.
¡Seguiremos compartiendo destinos en Galicia!
Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo. No tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado. Mi opinión es independiente”.
OTRAS PUBLICACIONES SOBRE YACIMIENTOS ROMANOS:
Deja tu comentario