Fecha última actualización 20/09/2018 por El Viajero Accidental
Hoy debuta en nuestra web Balduino Montesino ¿y quién mejor que él para explicarnos por qué escribe sobre Bath?
Soy profesor de secundaria y estoy en Inglaterra por unas semanas, con una licencia de estudios. Al llegar me pareció una ciudad extraña y el transcurrir de los días me confirma esa impresión inicial.
Es Bath una ciudad compacta, situada en un valle surcado por el río Avon, que en lengua de Gales significa río, y muy bien comunicada en el país donde surgieron y proliferaron, antes que en ningún otro sitio, canales y ferrocarril. En tren, desde Londres Paddington, se llega en apenas hora y media y en un cuarto desde Bristol. Su nombre, supongo yo, tiene que ver con la razón de su antigua prosperidad y belleza, la existencia de aguas termales, reconocidas ya por los romanos con el nombre de Aguas de Sullis (Aquae Sullis), donde se asentarían allá por el siglo I d, C., erigiendo termas y un templo consagrado a la diosa Minerva.
En los comienzos de la Edad Media se fundó la Abadía, que hizo de Bath un centro religioso. Desde el siglo XVII se tiene noticia escrita del poder terapéutico de sus aguas. Pero fue en el siglo de Las Luces cuando tuvo lugar el nacimiento de la ciudad tal como hoy la conocemos. Y eso, es lo sorprendente, fue obra de un vividor, jugador, precursor del dandismo, Richard Nash, alias Beau Nash, un funcionario de correos (permítaseme la simplificación porque contribuyó a la modernización del servicio y fue una gran emprendedor), Ralph Allen, y un arquitecto, John Wood (el viejo) y su hijo homónimo (el joven) y colega.
El primero, por ser un animal social y un extraordinario relaciones públicas, hizo de Bath el lugar de asueto y de cura de la alta sociedad inglesa, siendo de este modo uno de los primeros destinos de la historia del turismo moderno. El segundo hizo posible el suministro de piedra caliza desde las cercanas canteras de Combe Down, la que es piel de la ciudad, cálida, de tonalidad miel y presencia inconfundible. Los terceros crearon y entrevieron su arquitectura y espacio, sentando las bases de un estilo, el georgiano, que es sublimación de Roma y reinterpretación de Palladio, y fueron los precursores de la integración de urbe con el paisaje natural aledaño.
Yo, que detesto los adosados periurbanos, aquí reconozco que son belleza pura en los terraces y crecents. Qué maravillosa muestra de los primeros es la Great Pulteney Street y de los segundos el Royal Crescent. Los Wood y sus sucesores contribuyeron a crear un conjunto homogéneo y singularísimo que población y autoridad han sabido mantener contra el viento y la marea de la especulación y sobreponerse a la devastación de aquel terrible bombardeo nazi alemán de abril de 1942 (417 muertos, un millar de heridos, 1.100 edificios dañados o destruidos, incluyendo 218 de interés histórico artístico). Los edificios posteriores de los “revival” del XIX, o de los estilos del XX, no rompen esa harmonía y serenidad clásicas que le dieron sus modernos fundadores.
Bath, siendo una ciudad pequeña para lo que es la Gran Bretaña, con menos de 90.000 habitantes, rebosa vida, afluyen a ella turistas nacionales y extranjeros, estudiantes a sus dos universidades, ofrece cultura en sus museos, teatros, festivales, variadísima oferta culinaria en sus muchos restaurantes, tiendas de cuidado diseño y buen producto y preciosas librerías.
Y cómo hablar de esta ciudad sin referirme a Jean Austen, su huésped más ilustre. Cinco años vivió en Bath, de 1801 a 1806, en cinco domicilios diferentes y la recreó en dos de sus obras, Persuasión y La abadía de Northanger. Sin embargo nunca le gustó la ciudad, probablemente porque allí murió su padre en 1805. En el número 40 de la Gay Street está el Jean Austen Centre que rememora y escenifica, de una manera un tanto folklórica turística, su presencia en la ciudad.
Bath es una ciudad extraña porque es abrumadoramente harmónica, contenidamente hermosa, sin afectación ni estridencias, muy continental e inglesa a la vez, de muchos paseos que complacen y sorprenden y es deportista de rugby y cricket más que de fútbol. Si ya conocéis Londres, una escapadita a Bath os deleitará.
Nota del autor: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”
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