Fecha última actualización 15/03/2023 por El Viajero Accidental
Hacer una visita a La Rioja es recomendable durante todo el año, pero sus pueblos llenos de vida en verano y sus paisajes de otoño son mis preferidos, al igual que esas reuniones culinarias que hacen en sus chocos y bodegas.
En ellas la cuadrilla de amigos y familiares se juntan para asar unas chuletas de cordero con la leña que han guardado de la poda de la vid, esas chuletas al sarmiento acompañadas de patatas con chorizo, ensalada y demás viandas son regadas con vino de la tierra, mientras los comensales nos volvemos a encontrar entre abrazos, risas y parrandas.
Este año El Viajero Accidental tuvo la suerte de ser invitado a cenar a una bodega de Hormilla, un pueblo de apenas 500 habitantes que ha horadado gran parte de su suelo para construir bodegas. No sólo fuimos a cenar sino que los anfitriones, Eusebio y Altamira, nos enseñaron las instalaciones, que por cierto nos dejaron pasmadas, se trata de la Bodega Antigua de Azenari.
En la bodega todo responde al saber hacer de una familia que lleva generaciones dedicándose a hacer vino.
Altamira, nuestra anfitriona, nos enseñó cómo el lagar está colocado al lado de la puerta de la bodega, de forma que los tractores vuelcan directamente el fruto de la vendimia.
Hoy el antiguo lagar donde se echaba la uva para ser pisada, ha dejado paso a una moderna máquina que estruja la uva de forma que va liberando el zumo. Una vez estrujada y prensada la uva, el mosto se guarda en barricas de acero inoxidable.
Suelo viajar a La Rioja todos los años, y en los últimos tiempos he podido observar cómo los antiguos depósitos de cemento, que eran habituales, están siendo sustituidos por cubas de acero inoxidable que resultan inatacables por el vino.
Pudiera parecer que esos grandes depósito de acero destruyen la imagen romántica del vino fermentando en grandes barricas de roble, pero resulta que estas barricas de acero inoxidable no alteran el aroma del vino, disponen de cierres herméticos que evitan resquicios de aire y permiten refrigerar con facilidad el calor producido durante la fermentación alcohólica, cuando las levaduras transforman los azúcares de la uva en alcohol, y además estas barricas son más fáciles de limpiar y desinfectar.
A los que nos gusta disfrutar de un buen vino tenemos mucho que agradecer al buen hacer del vinatero y a la tecnología que le ayuda, como las barricas de acero inoxidable que echan una mano en el mimo que hay que ponerle al mosto.
Finalizada la fermentación alcohólica hay que trasegar el vino a otra barrica para llevar a cabo una segunda fermentación: la fermentación maloláctica. Se trata de un proceso químico para reducir la acidez del vino, ya que el vino hasta ahora contiene las bacterias lácticas que la uva tiene de manera natural.
¡Y ahora sí! Una vez terminadas las fermentaciones, el vino que queremos envejecer pasa a barricas de madera.
Espero que os hayan gustado las explicaciones, me parece necesario contar cómo se hace el vino que descorchamos en nuestras casas.
Conocer la bodega Azenari ha sido toda una experiencia, subir y bajar por las instalaciones siguiendo con atención las explicaciones de nuestros anfitriones ha resultado un placer que hemos querido transmitiros en primera persona. Además en estas bodegas se aprecia la evolución en el modo de hacer el vino, ya que han conservado su carácter de bodega antigua y muestran su adaptación a los tiempos modernos.
¡El vino y cenar entre amigos ha sido toda una experiencia! ¡Hasta pronto!
Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”
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