Se acercaba el cumpleaños de mi marido, que cambia de década, por lo que me puse a pensar en su regalo de cumpleaños y de pronto me enteré que Roger Waters , bajista de los míticos “Pink Floyd” actuaba en Bolonia. Rápidamente me decidí, a él le encanta asistir a conciertos y  además pensé que desde Bolonia podíamos acercarnos a Venecia. ¡Dicho y hecho!

Aterrizamos en Bolonia pero la ciudad debió esperar, lo primero que hicimos fue irnos en tren a Venecia para pasar un día y una noche allí.

La ciudad de Venecia me pareció impresionante, nos acompañó un tiempo estupendo y las ganas de disfrutar de nuestro viaje. Estaba tan impactada que no sabía hacia donde mirar. El Gran Canal, la Plaza de San Marcos, el Puente de los Suspiros… ¡Ay, no me lo podía creer! ¡Tanto tiempo queriendo conocer Venecia y allí estábamos!

La cuidad no se hace esperar, al salir de la estación ferroviaria “Santa Lucía” ya te encuentras con el Gran Canal. Parecería que el canaletto -como lo llaman los venecianos- está esperando para impresionar a los que llegan, desde luego con nosotros lo logró. Venecia nos recibió con un  día soleado, el viaje en el vaporetto resultó muy agradable, yo estaba tan contenta que casi me parecía una experiencia irreal. Se hizo breve el trayecto, pronto llegamos al embarcadero de San Zacarías, es decir, el de la Piazza de San Marcos, la que mucha gente considera la plaza más bonita del mundo.

Nuestro hotel estaba próximo, así que lo primero que hicimos fue desembarazarnos del equipaje. Nos alojamos en el Hotel Donà Palace, que recomiendo, y una vez allí nos dispusimos a conocer la ciudad.

Empezamos por la Basílica de San Marcos (santo que, al parecer, fue traído desde Alejandría), el edificio comenzó a edificarse como una prolongación del Palacio Ducal pero acabó convirtiéndose en catedral de la ciudad.

La entrada a la catedral es gratuita y subir en ascensor a la terraza mirador también. Eso sí, conviene que sepáis que los caballos de bronce que la adornan no son los originales sino una réplica. La cuadriga triunfal original se conserva en el museo (hay que pagar entrada). Esta espectacular estatua fue traída de Constantinopla (la actual Estambul), como botín de guerra de una de las cruzadas venecianas. Se cree que también estaba formada por un auriga pero se desconoce que fue de él.

 

Cuando subí a la terraza y contemplé los caballos de bronce dispuestos a cabalgar sobre la plaza de San Marcos poco o nada me importó que fuesen una réplica, máxime si se tiene en cuenta que no leí el cartel –en inglés- que explica que no son originales, fue mi marido quien me hizo la observación.

De nuevo en la plaza, nos dirigimos al “Il Campanile”, que en su día fue a la vez campanario y faro que ayudó a los navegantes. Se construyó en el S.X siendo restaurado en varias ocasiones hasta que en el siglo XV, en una nueva rehabilitación, se colocó en lo alto de la pirámide una veleta con forma de ángel, otorgándole así el aspecto actual.

Como curiosidad diré que la torre que vemos no es la original ya que ésta se derrumbó a principios del S. XX, teniendo que volverse a construir de nuevo de manera idéntica a la original. Esta torre es el edificio más alto de la ciudad, casi 100 metros de altura. Dándose la paradoja de que donde está ubicada, en Piazza de San Marcos, es el punto más bajo de la ciudad. De hecho, la Piazza de San Marcos es el lugar que primero se inunda de la ciudad cuando hay marea alta en la laguna veneciana, se conoce a este fenómeno como “acqua alta”.

 

Las vistas desde Il Campanile son impresionantes, contemplas la Torre del Reloj, la plaza, la basílica de San Marcos, la iglesia de San Giorgio Maggiori, ubicada al otro lado del canal en la isla que lleva el mismo nombre, la iglesia de la Salute (construida al terminar la epidemia de peste), la laguna veneciana… en definitiva es una subida obligatoria, que afortunadamente se hace en un ascensor con capacidad para 14 personas, por lo que en temporada alta hay mucha cola. Si la fila es demasiado larga iros a la isla de San Giorgio, dispone de un campanario con muy buenas vistas. Luego os cuento.

Estando todavía en la Plaza de San Marcos nos encontramos con otro edificio singular, la Torre del reloj que también es conocida como la Torre del reloj de los moros, porque así llaman a las dos figuritas que cada hora tocan la campana que está en lo alto. En la parte inferior de la torre está el reloj astronómico con dos esferas, la exterior con números romanos y la interior con símbolos del zodíaco, encima vemos la Virgen con el niño y por último el león de San Marcos.

 

El Palazzo Ducale también está en la Plaza de San Marcos. El Palazzo comenzó su historia siendo una castillo fortificado y en él residieron los gobernantes que rigieron el destino de Venecia. Cuenta con prisión, comunicada a través del famoso puente de los suspiros.

Hablar de Venecia es hablar de maravillosas edificaciones, singulares palacios, bellos puentes, pequeñas plazoletas (llamadas piazzales o campos), sin embargo hay algo que no suele mencionarse y en mi opinión es maravilloso, pasear por su calles. La ciudad es preciosa, llena de rincones con encanto y si te adentras un poco puedes apreciarla fuera del bullicio. Una de las grandes ventajas de pasar un día y una noche en Venecia es la posibilidad de perderse. Ah, también animaos a recorrer sus canales en góndola porque a pesar de que el precio es una “turistada”, hay que olvidarse del precio y disfrutar.

 

No vayáis a volver a casa sin conocer la isla de Giorgio Maggiori, se encuentra justo enfrente de la Piazza de San Marcos, en cuya estación podéis coger el vaporetto. Lo primero que debéis hacer es subir al Campanille, es menos conocido que el de la Piazza San Marcos, por eso las colas para visitarlo son mucho menores. La altura es similar y además el precio por subir en su ascensor es más barato. Cuando lleguéis a la iglesia dirigiros al fondo a la izquierda

Yo os aconsejo que dejéis la visita para la tarde-noche porque en la isla G. Maggiori  hay dos cosas imprescindibles que  hacer, ver la iglesia y contemplar la puesta de sol, nunca la olvidaréis.

 

Tras pasar una estupenda estancia en Venecia, nos levantamos para coger el tren de vuelta a Bolonia.  El concierto de Roger Waters, que además de su bajista fue uno de los fundadores del grupo Pink Floyd, en el “Unipol Arena” comenzaba a las ocho, había que apurarse… ¡comenzaba el regalo de cumpleaños!

¡Volveré a Venecia, una vez sabe a poco!

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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