Hace algunas semanas fuí con unos amigos madrileños al monasterio de Oia, situado en Pontevedra, en la carretera de Baiona a A Garda. Cada vez que lo visito quedo asombrada ante su belleza y majestuosidad.

En el costero ayuntamiento de Oía, los monjes benedictinos fundan el cenobio. La orden religiosa sigue la regla de San Benito, “Ora et labora”.

 

Esta filosofía monacal, de rezar y trabajar,  hoy nos puede parecer muy razonable pero no fue bien acogida por muchas órdenes religiosas. Los monjes benedictinos debían trabajar, leer y estudiar textos religiosos mientras que sus detractores  afirmaban que el hecho de trabajar, generalmente en tareas agrícolas, distraía a los monjes de la oración.

 

El monje Benito de Nuria, fundador de la orden, formuló por escrito los principios o reglas a seguir en la vida cotidiana, detalló las horas de levantarse y acostarse, el número de horas destinadas a la oración, el tipo de comidas adecuadas , el vestido y calzado que debían utilizar, etc.

La orden fundada en Francia se extiende por Europa, existiendo constancia de que en S.XII los monjes ya viven el monasterio de Oia, donde cultivan tierras en las parroquias de Mougas, Villadesuso y Pedornes.

Se dedican a la vid, cultivan el huerto y crían caballos en libertad en los montes del monasterio. Esta  tradición de criar los caballos en libertad llega hasta anta nuestros días, dando lugar a la famosa “rapa das bestas”.

 

El trabajo benedictino nos deja también  la tradición del vino albariño en la zona y además el monasterio juega un importante papel en la defensa marítima del lugar. La costa donde se encuentra emplazado recibía frecuentes invasiones por mar, corsarios y piratas, eran moneda corriente pero los muros del monasterio le dan aspecto de fortaleza marítima.

En una ocasión los monjes batallaron con tanto arrojo contra los turcos, que tras la victoria fueron conocidos con  el sobrenombre de “los monjes artilleros”.

El monasterio, orando y trabajando, vivió una prosperidad económica favorecida por el tamaño de tierras que poseían gracias a diversas prebendas y donaciones. La situación cambió cuando en el siglo XIX, el estado llevó a cabo las desamortizaciones, vendiendo las tierras que estaban en poder de “manos muertas”, es decir, en manos de la iglesia católica y órdenes religiosas.

La desamortización conlleva que los monjes fueran expulsados y el monasterio de Oia fue vendido. En el presente el monasterio está en manos privadas, «Residencial Monasterio de Oia, S.A”.

Y ahí está, batallando ahora por un proyecto sostenible.

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

 

Loading

Print Friendly, PDF & Email