Reseña de La Luz que no puedes ver en El Libro Durmiente

Anthony Doerr nos lleva a Saint-Malo.
Para un best seller que además ha ganado el Premio Pulitzer, “La luz que no puedes ver” es atípico en varios aspectos. Es atípico en su tema central, la segunda guerra mundial, puesto que no representa una gran novedad. Su tratamiento de la maldad intrínseca de la Alemania nacionalsocialista tampoco es innovador.

Son por tanto otros elementos los que definen su atractivo. En primer lugar la narrativa. La acción se mueve con dinamismo en el tiempo, empezando aparentemente con el final de la historia para desde ahí desplazarse hacia atrás y hacia adelante con habilidad, siempre manteniendo el hilo narrativo, siempre siendo el movimiento temporal relevante para el relato.

En segundo lugar el uso del lenguaje por parte de Anthony Doerr es poderoso. Amplitud de vocabulario, descripciones ricas que a veces llegan a dar un cierto aire de recrearse en el lenguaje como si estuviera pintando un cuadro. Pero siempre manteniendo un aire intimista, incluso en las partes más duras.

En tercer lugar los personajes. Doerr relata siempre en tercera persona. Su elección de niños/adolescentes para los protagonistas dota a la novela de un tono personal, este sí francamente original. El contraste entre el mundo visto (o en el caso de Marie-Laure solo percibido) por el adolescente, con su afán por descubrir y su idealismo, frente a la realidad de una guerra, resulta en ocasiones conmovedor. En otras le da a la historia un tono aún más duro, más desolador.

El desenlace acentúa una cierta frialdad que subyace durante todo el relato, pero no deja un regusto amargo ni triste, al contrario, los personajes actúan con gran dignidad a pesar de las circunstancias y el tono del conjunto de la novela es sorprendentemente optimista.

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