¿Por qué subimos el Angliru aunque sea andando los últimos 4km?

No es una pregunta irrelevante. Hace apenas tres años yo no montaba en bici regularmente. De hecho ni regular ni esporádicamente. En estos tres años he subido el Tourmalet, Los Lagos de Covadonga y ahora el Angliru. En todas y cada una de esas ascensiones he sufrido y al tiempo me lo he pasado muy bien.

Pero sigo preguntándome por qué lo hago. Hay razones que conectan con el sentimiento, la épica: superarse a sí mismo, aguantar el impulso de poner pie a tierra. Otras son más prosaicas: la recompensa de la ducha final, la cena pantagruélica acompañado de buenos amigos.

El Angliru ha llevado esa pregunta hasta el extremo. Cuando surgió la idea entre mi grupo de salida en bici, ni siquiera busqué el perfil de la subida en internet, comprenderéis por qué viéndolo aquí:

He hecho subidas duras, pero esta supera la dureza, alcanza un punto que raya en lo tragicómico como describiré más abajo.

Nos alojamos en Oviedo en el Hotel de la Reconquista. Excelente ubicación, acogedor edificio y salón central, sin embargo ni su precio ni su falta de atención al detalle están en consonancia con sus 5 estrellas. Con una ubicación así se puede sacar mucho más partido.

 Desde el Reconquista salimos camino del Angliru bajo la lluvia y viendo ya que el monte estaba brumoso y oscuro. No nos defraudó. La ascensión comenzó lloviendo y a medida que subíamos, nos íbamos adentrando más en la nube.

No éramos los únicos:

Y así fuimos ascendiendo, cada vez con más dificultad para ir encima de la bici. En las primeras rampas del 20% fui capaz de mantenerme sobre los pedales, pero a falta de 5km ya no pude más y a partir de ahí empecé, empezamos gracias a Dios que no iba solo, a subir empujando mi Felt.

Y así, más a pie que sobre el sillín, fuimos ascendiendo los últimos kilómetros. La dureza de las rampas de casi el 24% me pareció excesiva, no ya para un cicloturista que es lo que yo soy, sino incluso para una carrera de competición. Era tan desproporcionada la pendiente que la preocupación no estaba ya en subir, sino en la perspectiva de bajar semejantes rampas sobre dos ruedas con el piso mojado.

He de decir que la alegría de llegar arriba superó esa preocupación, el frío y la lluvia.

 

Pero ahora quedaba la parte en realidad más difícil. La bajada, también entre niebla y algo de lluvia. Algunos la bajada la hicieron en bici, admiración enorme la que siento.

Otros la bajada la hicimos como pudimos, de manera menos heroica. Pero ya habíamos hecho lo importante, no poner pie a tierra (figurativamente claro).

Como decía antes las recompensas de estas “hazañas” suelen ser tan inolvidables como las rampas de subida. Primero el baño interminable en el Reconquista. Y para acabar, la cena en el restaurante El Foralín. Situado en la calle Manuel García Conde nº 3, este restaurante del cocinero Félix Martínez fue la mejor compensación posible. Recomiendo los Tuétanos a la brasa y mollejas de ternera salteadas, Mi versión de cordero a la estaca y Tarta de galleta negra y queso Afuega´l pitu.

 

Adjunto aquí la ruta realizada. Inolvidable, a pesar de la niebla.

Nota del autor: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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