La localidad de Ribad-avia, como su nombre indica ha crecido en la ribera del río Avía, un afluente del río Miño. Se trata de un entorno natural privilegiado de verdes valles y suaves montañas, que la resguardan de la influencia del clima oceánico.

La prosperidad de esta villa orensana hay que buscarla en el auge de las comunidades monásticas, que se encargaron de potenciar el cultivo de la vid. Los monjes negociaban con los dueños de las tierras y también establecieron prioratos para cultivar las viñas, ya que el vino de la zona -el ribeiro- se reconocía como de calidad.

En este ambiente de negocios, pronto prosperó en la villa una comunidad judía, que se asentó en la zona hoy conocida como A Porta Nova.

 

Al llegar a Rivadavia te recibe el Castillo de los Sarmiento, construido sobre un antiguo asentamiento castreño. Su recinto tiene forma poligonal y está dotado de un torreón de planta cuadrangular. Ha llegado a nuestros días en bastante mal estado y sin la torre del homenaje. Eso sí, todavía conserva una importante necrópolis de piedra.

La villa en la Edad Media, a principios del siglo XII, comenzó a construir una muralla defensiva que resultó muy útil. Contaba con cinco puertas pero sólo se conservan tres: la de la Cerca (puerta de entrada al castillo), la Nova o de Celanova y la Falsa o Postigo. Con el transcurso de los siglos la muralla perdió el valor para el cual se construyó. Ya a principios del S. XIX los gobernantes la consideraron un estorbo para el crecimiento de la localidad, por ello se emprendieron obras para su demolición. Afortunadamente el dinero no llegó para hacerlo en su totalidad, gracias a lo cual se conserva un buen tramo de la muralla.

 

La visita de la zona judía comienza en la Plaza Mayor, donde se encuentra el Ayuntamiento y la Torre del Campanario que, como su nombre indica, tiene un campanario de hierro forjado y además un reloj de sol del siglo XVIII y un reloj de cuerda del XIX.

 

En el otro lado de la plaza mayor se ubica el pazo de los Condes de Ribadavia, donde encontramos la oficina de turismo, la entrada al Castillo y el Centro de Información Judía de Galicia. Como curiosidad, el Pazo de los Condes y el Castillo se comunican interiormente por una puerta. Dicha puerta se abre el día de “A Festa da Istoria“, fiesta medieval celebrada el último sábado de agosto.

 

En la plaza mayor existen varios establecimientos donde degustar el producto que le ha dado tanta fama a la localidad, el vino. Nosotros tras tomar un buen ribeiro acompañado de jamón y queso en Ribeiro e xamón, comenzamos nuestra andadura por la Rúa da Xudería.

En la rúa da Xudería, pronto fuimos descubriendo detalles que nos recuerdan a los antiguos moradores del barrio: azulejos con menoráhs en las fachadas, letras en hebreo, estrellas de David en las verjas de las casas…

 

Es interesante saber que está documentado que en esta calle, muy cerca de la esquina con la calle San Martiño, existía una sinagoga llamada Torá, debido al texto que se leía en ella.

Llega un momento que el trazado de la calle Xudería se ensancha y aparecen, a ambos lados de la calle, casas con soportales. Estamos en la plaza de la Magdalena, en un verdadero cruce de caminos ya que en ella confluyen tres calles emblemáticas del barrio judío: Porta Nova de Arriba, San Martiño y Santiago.

 

En esta coqueta plaza los judíos, que generalmente eran comerciantes aunque también artesanos, ubicaban sus puestos de venta de productos, al abrigo del sol y la lluvia. De esta manera proporcionaban comodidad a sus clientes y evitaban que los productos se estropearan.

La plaza cuenta además con la Iglesia de la Magdalena, que la cierra y le concede ese aspecto recogido propio del barrio hebreo.

Ya estamos muy cerca de las murallas. Justo detrás de la plaza de la Magdalena, nos vamos a encontrar con otra preciosa plaza: la plaza de Buxan, que nos permite divisar buenas vistas. Estando en este lugar, bajando por unas escaleras, podemos salir a extramuros por la Puerta Falsa.

 

Desde esta Porta Falsa caminando hacia la Porta Nova, podemos contemplar un buen tramo de muralla y volver a entrar en el recinto amurallado para pasear de nuevo por calles empedradas y estrechas. Nos esperan hermosas iglesias como la de Santiago y también la iglesia de San Juan -construida por unos monjes guerreros, que procuraban socorrer a los peregrinos-, nos sorprenderán.

Las rúas de Porta Nova de Arriba, Porta Nova de Abaixo, Rúa dos Fornos, Rúa de San Martiño dónde podemos contemplar la Casa de la Inquisición, Rúa Jerusalén… y otras muchas pequeñas calles dignas de disfrutar.

En una de ellas, en Porta Nova de Arriba, está La Tafona da Herminia, donde podemos comprar dulces judíos artesanales desde 1990. Herminia Rodríguez Carballal elabora, amasa y hornea sus dulces: mamules de frutos secos y agua de azahar, ghorayebah de harina de avellana, kamisch-broit de nueces, kijelej de mon con semillas de amapolas o kupferlin de almendra… y así hasta diez especialidades.

Y muy cerca de allí podemos beber un buen ribeiro en Taberna “O Papuxa”.

Para comer elegimos O Birrán. Está adherido al programa RASGO de la Red de Juderías, así que nos dimos el capricho de probar el “pollo sefardí”, hasta ahí puedo leer… no voy a dar mis pistas.

 

¡Y ya nos vamos! ¡Contentos de haber conocido el barrio judío que ha sido declarado monumento nacional y que tiene la facultad de transportarte en el tiempo!

 

En nuestro camino nos despide O Ponte de Ferro, construido a finales del siglo XIX al estilo Eiffel, para el trazado del ferrocarril entre Ourense y Lugo.

 

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo. No tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”.

 

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