En una serie de ocho artículos os estoy contando nuestras andanzas visitando Bretaña y Normandía. Como ya sabéis por los artículos Giverny: el jardín de Monet y Cuatro castillos del Loira, antes de adentrarnos en la Bretaña hicimos esas dos paradas. Hoy vamos con el tercer día, el lunes, que es cuando partimos hacia Bretaña en nuestro roadtrip.


Nos despedimos de nuestros caseros y dejamos nuestro alojamiento en Saint-Martin-le-Beau, para dirigirnos a Bretaña.

Nuestro destino final para ese día era Quiberon pero antes quisimos conocer Carnac. Y más concretamente los alineamientos du Menec y de Kermario, que conforman el monumento neolítico más extenso que se conserva de la prehistoria. Los conforman dólmenes, menhires y cerros.

Tenemos Le Menec, que se sitúa al oeste de Carnac y que es dónde se encuentra el centro de información, en la Casa de los Megalitos.

Hay alrededor de 1099 megalitos divididos en 11 filas, ocupando casi 1 km, con una leve inclinación hacia el noreste, que forman en torno a la aldea de Ménec, un cromlech, semicírculo compuesto de 70 menhires. Destaca entre ellos el Gigante de Le Menec, de unos 4 metros. Al otro lado de la carretera está Toul-Chignan, la continuación de Le Menec, y que unidos miden 1,2 km.

 

Seguimos caminando y llegamos a los alineamientos de Kermario, con los megalitos más grandes de todo el complejo, llegando a los 7 metros de altura. Más o menos en la mitad del recorrido por Kermario encontramos una torre a la que se puede acceder para contemplar y fotografiar las impresionantes filas de megalitos que se extienden ante nuestros ojos. Las alineaciones de Kermario están compuestas por 1029 menhires dispuestos en 10 filas.

Es curioso contemplar en la zona rebaños de ovejas, de una raza específica de esta zona, denominada “Moutons des pays de Bretagne”, que fueron redescubiertas en 1987 en el parque natural regional de Briére (Loire-Atlantique) y que hoy en día están protegidas juntos con los alineamientos.

Como en la mayoría de lugares, aquí también se cometió alguna que otra “animalada” con los menhires, y en algunas casas observamos que se utilizaron como valla para protegerla…

Después de Carnac, sucumbimos a la tentación de conocer Vannes, situada en el departamento de Morbihan y región de Bretaña, al igual que Carnac y Quiberon. La guía que compramos nos indicaba que tenía el sello de “Ville d’art et d’Historie”  (Ciudades con arte e historia). Os recomiendo pasear por su bonito centro medieval, con sus casas de entramado de madera, ligeramente inclinadas, como si quisieran tocarse.

Al casco antiguo, que es peatonal, se puede llegar por 2 accesos principales, por la puerta de St-Vincent que da al puerto de recreo y a la plaza Gambetta, del siglo XIX, y por la puerta Prison. Aunque se aparque cerca del puerto deportivo os aconsejo pasear primero por el paseo de La Garenne, que bordea las murallas del siglo XIII. Son muy agradables las vistas de los jardines de estilo francés, flanqueadas por las puertas y las torres de la muralla.

 

Al igual que merece la pena ver el castillo Gaillard, del siglo XV, que en su día albergó el Parlamento de Bretaña en el período de su “transferencia” desde Rennes. Hoy en día alberga el Museo de Historia.

En el centro de la ciudad encontramos la plaza de Henri IV, que era el núcleo original de la ciudad galorromana. De aquí parten varias de las calles más bonitas de la Ciudad Vieja.

Os recomiendo perderos por sus calles y descubrir lugares como la iglesia de St-Pierre o el edifico “La Cohue”, frente a la catedral. Pasead a lo largo del río Rabine, y descubriréis cantidad de rincones con encanto.

Al finalizar el día llegamos a la península de Quiberon. Es casi una isla teniendo en cuenta que lo que la une con la península es un estrecho cordón de arena blanca. Este cordón se ha formado por el depósito de aluviones desde el siglo XI.

Se trata de un puerto pesquero y su desarrollo económico se ha basado en la industria conservera y en el turismo de playa. Si bien además es un puerto de embarque ineludible para excursiones a Belle-Ille, Houat o Hoedic. Por sí misma la villa merece un paseo y empaparte de ese olor a mar, de su oleaje y de todo lo que mueve como pueblo pesquero.

Una vez ubicados en nuestro hotel, el Ker-Noyal, que nos encantó a todos y reservado a través de Booking, como el resto de alojamientos de este viaje, salimos a cenar. Y lo hicimos en Le Colibri, cenamos a base de pizzas. Si bien la mayoría estaban sabrosas lo que no os recomiendo, porque en mi caso no soporto uno de sus componentes principales es la pizza especialidad de la zona, al menos en el caso de Quiberon… la pizza bretona ¡lleva tripas de cerdo! No soporto ni el olor cuando está en la misma mesa… ¡estáis avisados!

Os seguiré contando nuestro periplo conociendo Bretaña… en breve.

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Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo. No tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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