El pasado verano estuve haciendo una escapada a Asturias, siempre que puedo me acerco a esta tierra tan bonita, donde se come como debe comer un oso tras hibernar y dónde en los últimos años se ha realizado un maravilloso trabajo de embellecimiento y restauración de pueblos.

Cuando yo tenía un Citroën 2CV no se notaba tanto cruzar de Ribadeo a Vegadeo, pero ahora los gallegos seguimos asentados en el “feísmo” y los asturianos premian cada año los pueblos más bonitos.

Estando en Candás, tras comer una buena merluza y comprar unas “marañueles” – dulces de la zona- me dirigí al espigón del muelle y allí, paseando, me encontré con fotografías de mujeres trabajadoras de la industria conservera. Esas imágenes me trajeron a la memoria recuerdos de infancia, evocaron escenas en las que veía salir en mi pueblo natal, Bouzas, a las mujeres de la fábrica de conservas cuando la sirena ponía fin a la jornada laboral. Recuerdo sus uniformes de trabajo, sus batas y sus gorros. Parada como un pasmarote viendo las fotos de mujeres de Candas -sonrientes, trabajadoras, orgullosas- creí ver e incluso reconocer en las batas que llevan esas mujeres el nombre de una conservera. Me acerqué, no podía ser, ¡¡¡qué casualidad!!!! ¡La fábrica conservera de mi pueblo tenía una filial en Candás!!!

La realidad es bien diferente, Bernardo Alfageme fundó su fábrica en Candás y con posterioridad amplió el negocio a Vigo. El cartel publicitario de las conservas de pescado plasma las dos fábricas, arriba la empresa matriz de Candás y abajo la fachada al mar de la fábrica gallega.

En el siglo XIX el comerciante zamorano, que se dedicaba al trueque de pescado por género textil, deja su tierra por Asturias, donde se casa. El suegro trabajaba en el sector del salazón y él empieza con una pequeña industria de enlatado de anchoa, después se traslada a Candás, su fábrica de conservas va viento en popa.

Uno de sus hijos reconsidera que en el puerto gallego de Vigo se descargan toneladas de pescado, materia prima necesaria para el negocio.

La familia funda en 1909 una planta de conservas en la zona del Arenal vigués. Comienza la guerra y las conservas son necesarias, la familia prospera y compra los terrenos de un equipo de fútbol, el “Fortuna” – donde jugó mi abuelo, Paulino Iglesias, ¡bien que presumiría a lo largo de los años de su actividad como jugador del Fortuna!.

Los terrenos del “Fortuna” que compra Alfageme están en Bouzas, la villa marinera que a principios del siglo pasado fue anexionada por Vigo, pero esa situación no ha impedido que sus gentes conservemos nuestras propias señas de identidad.

En mi villa marinera, el sector conservero estuvo muy presente, empresas de conservas como Valcarcel, Rivas, Alfageme… orientan a un hermanamiento con Candás. Las dos villas tienen en común su pasado ligado al mar, su industria conservera, sus fiestas patronales dedicadas al Cristo -de Candás y de los Afligidos en Bouzas- y con espectáculo pirotécnico, el amor hacia las canciones marineras…

En el sector conservero la mano de obra de las mujeres ha sido un pilar fundamental. Cuántas y cuántas mujeres han posibilitado dar la lata . Cuántas y cuántas mujeres boucenses y candasinas constituyen un ejemplo de la “feminización del trabajo” de las fábricas de conserva. En este sector se parceló el trabajo por género, los hombres: encargados, capataces, administrativos…; las mujeres: manipulación del pescado, elaboración y enlatado.

Todos aquellos que hemos vivido en un pueblo marinero estamos acostumbrados a la denominación de “ las mujeres” como “categoría profesional” dentro de la fábrica de conservas. Es como si en otro sector dijéramos los mecánicos o los marineros. Al reconstruir la vida en una  conservera, resulta fácil imaginar al encargado de la fábrica explicando la producción diciendo que “las mujeres” quieren mejoras, “las mujeres” tienen que hacer horas extras ya que llegó mucho pescado..

El por qué de esta “feminización” del sector es fácil de explicar: salarios más bajos, menor conflictividad laboral y trabajo estacional, empleo por temporadas no durante todo el año.

La industria conservera, generalmente en manos de sagas familiares, se basa en una buena materia prima recolectada del mar en su mejor momento y elaborada de forma artesanal por un equipo de mujeres.

Hubo un tiempo que comer de latas era de gente humilde o con poco tiempo para cocinar. Las latas eran un recurso que teníamos en nuestras despensas para urgencias o imprevistos, sin embargo en los últimos años la lata se ha convertido en un producto de culto, incluso hay restaurantes de alta cocina cuya base se fundamenta en la lata e incluso los más osados hablan de añadas como el vino, ya que el producto enlatado, conservado en óptimas condiciones, “envejece” para bien. ¿Quien nos iba a decir, a los pueblos marineros que estábamos dando la lata, que no solo se conserva el producto sino que la lata sirve para mejorarlo?. La lata permite, además, contar en nuestras despensas con productos a los que nos resultaría difícil el acceso sin estar enlatados, como por ejemplo el hígado de merluza de Islandia o el caviar de beluga o de esturión ruso.

Las latas de calidad ofrecen muchas posibilidades gastronómicas. En este S XXI las latas se orientan al público más gourmet, cocineros con Ferrán Adriá, Joan Roca, Pepe Solla, Quique Dacosta son algunos de los muchos restauradores que incluyen las latas en sus recetas de alta cocina. No sólo es abrir la lata sino trabajar el producto de primera calidad. Los caldos de berberechos o las navajas, los escabeches de los mejillones o de las zamburiñas, el aceite de oliva de las sardinillas… pueden y deben utilizarse para aderezar las ensaladas, las pastas, los arroces…

El culto a la lata está tan de actualidad que incluso en los concursos gastronómicos se aprecia el uso del producto en conserva. Para muestra, en la última edición del concurso “O Petisquiño” celebrado en Vigo, la “Taberna Patouro” (ubicada en Bouzas) ganó el premio a la tapa más innovadora con una elaboración llamada “Viaje de Vuelta”, un marmitako versionado que utiliza caballa en conserva como ingrediente principal. Yo tuve la suerte de degustarlo y no me extraña que obtuviese el premio.

Hoy en día, si nos gusta cocinar e innovar disponemos de aplicaciones que nos muestran como cocinar con latas. La Asociación Nacional de Fabricantes de Conservas de Pescados y Mariscos (ANFACO-CECOPESCA) ha desarrollado la app gratuita “Cata la Lata”, donde las recetas nos informan incluso de los valores nutricionales y aportan sugerencias de presentación.

Ahora que los pueblos marineros han pasado a vivir del sector turístico y hostelero, convendría conservar en la memoria cual fue el pasado de nuestras villas marineras, realizar actividades conmemorativas, fomentar que las generaciones más jóvenes conozcan y valoren los trabajos y faenas que realizaron sus antepasados, que permanezca en el inconsciente colectivo de nuestros pueblos la vinculación con el mar.

En ese sentido Candás realiza todos los años, desde hace casi treinta, la Feria de la Conserva, donde se rinde homenaje a la tradición conservera de la localidad. Candás es una villa, hoy absorbida por el turismo, que puede presumir de un pasado industrial único en el sector de la conserva. Al principio del siglo pasado la localidad tenía más de diez fábricas destinadas a la salazón y a la conserva del pesado. Podríamos hablar de fábricas de esta naturaleza en todo el litoral asturiano, pero no de semejante concentración en una sola villa.

Bouzas ha estado vinculada al sector marítimo pesquero desde tiempos inmemoriales, artes de pesca, astilleros, armadores, conserveros… por eso se entiende que Bernado Alfageme, en su deseo de extender su imperio conservero a la ría de Vigo, escogiese la villa de Bouzas para establecer su empresa.

Alfageme construyó en una parcela inmensa – más de 14.000 metros cuadrados- su fábrica conservera y la casa familiar dentro de la misma finca. La fábrica dispone de dos fachadas, una orientada al mar, con dos rampas que permitían descargar directamente el pescado a la fábrica y otra a la calle Tomás A. Alonso por dónde acceder de manera peatonal o a través de tráfico rodado.

 

Fachada delantera de la Fábrica de Bouzas. Acceso Rodado y Vivienda Familiar de los “Alfageme”

El edificio de la fábrica es un hermoso ejemplo de arquitectura industrial de la época. Esperemos que no sea objeto de derribo como lo fue desgraciadamente el de Alfageme en Candás, cuyo edificio “ desapareció” y en la parcela hay un parque, el parque “Les conserveres”. ¡¡¡Qué tristeza de mentalidad tenemos!!! ¡¡¡Cómo envidio a aquellos pueblos que conservan su patrimonio!!!

En un viaje a Bretaña, estando en Saint Malo me enteré de que en la segunda guerra mundial fue bombardeada y prácticamente destruida, pero después de la guerra se reconstruyó tal cual, siendo ésta una tarea ingente que comenzó tras la guerra y se terminó en los años setenta.

Los edificios construidos por el empresario en Candás no se conservaron, pudiendo tener la villa marinera un patrimonio arquitectónico singular y representativo de la industria conservera tiene un parque que podía haberse construido en cualquier otro lugar.

En  el parque “Les conserveres” hoy ya no podemos disfrutar de los singulares edificios de la fábrica, en su lugar nos vamos a encontrar con un mural conmemorativo, realizado por el artista Benigno Menéndez Navarro , y esta placa de cerámica antigua.

Aquí tenemos mentalidad de no conservar, menos mal que se ha salvado del desguace el buque pesquero “Bernardo Alfageme”, que fue un arrastrero que realizó su trabajo en el caladero del Gran Sol y posteriormente en el sur de Portugal. Construido en los años cuarenta, estuvo varado en el muelle de Bouzas en condiciones lamentables, desde que en los años ochenta dejó de faenar. Y allá estuvo hasta que fue inventariado como patrimonio marítimo del ayuntamiento de Vigo, debido a que es el último buque que se construyó en acero remachado en España, en la primera mitad del siglo pasado .

Gracias a eso se restauró y se colocó, no sin polémica, en una rotonda del barrio vigués de Coia, como homenaje a la gente del mar (A Xente do Mar). Ahora el “Bernardo Alfageme” convive con mareas de coches que quizás le recuerden a las olas del Gran Sol.

En ocasiones me pregunto, cuando paso conduciendo mi coche por donde antes era mar y ahora es la carretera de Orillamar, ¿qué pasará con el edificio de la fábrica Alfageme?, ¿desaparecerá como el de Candás siendo engullido por la especulación inmobiliaria?. Está claro que los terrenos están en una zona con mucha proyección de futuro y son muchos metros cuadrados, pero espero que nuestros gobernantes tengan visión  siendo capaces de conservarlo -trasladándolo a otro enclave o manteniendo sus fachadas aunque se construyan en su interior viviendas particulares, rehabilitándolo para un museo de la Pesca o lo que se les ocurra-. Forma parte del pasado de nuestra villa marinera, su conservación permitirá que residentes y foráneos no olviden cómo vivieron nuestros antepasados.

La arquitectura industrial es un legado, no debemos destruirla. Como ejemplo podemos fijarnos en Londres, donde el Tate Modern, es el museo de arte moderno más visitado del mundo, y está ubicado en una antigua Central Eléctrica.

Restauraciones, centros de interpretación, placas conmemorativas, visitas guiadas… posibilitarían la creación de puestos de trabajo, pero para ello es necesario que los pueblos marineros conserven su patrimonio.

Candás y Bouzas son dos villas marineras que rezuman historia marinera, al visitarlas fijémonos en el nombre de sus calles, en su arquitectura, en sus plazas, en sus casas …

Marcas de Conservas como Alfageme, Albo, Remo, Miau, Rivas, Valcárcel… son parte de la historia de villas marineras como Candás y Bouzas.

Habrá que seguir dando la lata…

Nota de la autora: “No he recibido ningún tipo de compensación (económica o no) por escribir este artículo, no tengo conexión material con las marcas, productos o servicios que he mencionado y mi opinión es independiente”

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